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lunes, 25 de marzo de 2013
LA DECEPCIÓN
"Pesar causado por un desengaño". Así se define en el diccionario un sentimiento bastante corriente: la DECEPCIÒN. La imperfección del ser humano hace que TODOS nos decepcionemos mutuamente, a los demás y que nos decepcionemos a nosotros mismos. Y somos humanos. Y en esa humanidad están los errores y en esos errores está la humanidad. Somos siempre, siempre, durante toda nuestra vida el niño que se cae y se levanta hasta que ya se mantiene erguido y puede andar de pie solo. Somos siempre un niño en busca de aprender algo...ensayando y errando, haciendo y deshaciendo, creando algo nuevo de lo ya aprendido, a veces sin saber de donde y porqué.
De como los demás, entre los que están nuestros padres o nuestros maestros, acepten
nuestros errores así se irá forjando nuestra personalidad. Si ante errores o fallos
inocentes somos recriminados con enfado y rechazo se nos grabarán mellas a la
autoestima en nuestro subconsciente, fijando profundamente sentimientos de rechazo hacia nosotros mismos. Por ello siempre y màs si somos ya adultos debemos estar alerta ante nuestras reacciones a fallos, errores, enfados, y meteduras de pata de nuestros niños. Y más si esos niños son nuestros hijos o nuestros alumnos. No se debe reaccionar y si se debe dar respuesta serena y reflexiva. Y acompañar al pequeño en la compresión del error para que lo evite en el futuro. Solo así crecerá en sabiduría y solo así la autoestima permanecerá intacta.
Pero, claro, esta sabiduría la sabemos ahora, con la madurez. Nadie nos lo dijo cuando
nos hizo falta: cuando nos correspondió educar a nuestros niños. Nosotros también somos humanos, y nos equivocamos antes y ahora con miles de reacciones ante fallos de nuestros hijos. Debemos pedir perdón. La soberbia y el orgullo fatuo deben estar lejos de nuestros sentimientos para no permanecer en el "mantenella y no emendalla". Pero los hijos son para casi todo el mundo el sentido de la vida. Por ellos soportamos largas jornadas de trabajo sin que nos pese. Por ellos seguimos aprendiendo y procurando ser mejores personas. Porque queremos a nuestros hijos, amamos a la humanidad entera.
A veces esperamos de los demás lo que no nos dan. Y nos decepcionan. No siempre los demás tienen por qué saber lo que se espera de ellos. Todos tenemos nuestros pensamientos y cosas que nos ocupan y preocupan, tenemos ese derecho a ser libre no solo de palabra sino también de pensamiento. Que no hagan o digan lo que esperemos de ellos hacia nuestras personas no significa siempre que nos ignoren, desprecien o rechacen. Mucho más es así cuando la persona que decepciona es alguien cercano y querido. Simplemente, la mayoría de veces, serán olvidos inocentes, malos entendidos o inconsciencia del daño infringido. Es así, por ejemplo, cuando no nos felicitan en nuestro día alguien que queremos y que sabemos, por su trayectoria, que nos quiere, ¡A saber el motivo! Puede estar muy ocupado con otras cosas, con el trabajo o con preocupaciones que ni nos imaginamos. Eso de "cumplir siempre" es de "cumplidos". Y los cumplidos son fórmulas sociales o de urbanidad no siempre llenas de sinceridad. En general, las personas cercanas o queridas siempre están cumplidas, pues no necesitan de días especiales para hacer esos parabienes, lo hacen siempre...permanentemente.
Hay decepciones difíciles de superar. Porque tienen transcendencia casi definitiva y duradera en nuestros proyectos vitales. Me pasó a mi mismo. Creí en una persona y su proyecto relacionado con mi profesión. Básicamente defendíamos, o al menos así lo percibía yo, los mismos valores y misión. Me comprometí y fui leal durante mucho tiempo. Me ofreció y yo aproveché oportunidades que fueron determinantes en mi devenir profesional. Pero luego la ejecución del proyecto fue otro y me llegó la decepción. Y con ella la sensación de engaño. Con rabia me rebelé y me enfrenté exigiendo rectificación. Fue ingenuo pensar Por mi parte que así sería. Luego me recuperé. Porque nada debe hundirnos. En la adaptación a las nuevas circunstancias está la verdad. Incluso llego a justificar a la persona que me decepcionó gravemente. Tendría sus razones íntimas o informaciones que a mi no me llegaban. Ya sólo le reprocho que aún no tenga el detalle de explicármelo. Pero nada de rechazo u odio me queda. Si confieso que siento algo de indiferencia y poco aprecio por esa persona. Dejó de tener credibilidad para mí. Ahí quedó todo. Y la vida sigue. A lo mejor fui yo el que decepcionó.
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