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lunes, 25 de marzo de 2013

Tipos de personas

Según Pimentel hay tres tipos de personas ¿me cuál te enmarcas?


• Zombis (60%): siguen a la masa sin personalidad propia
• Turistas (35%): superficiales y les gusta la foto, el mundo es un decorado, no profundizan. Pueden ser de tres tipos: discretos, floreados y tuneados, algo hiperbólicos
• Caminantes (5%): comprometidos consigo mismos y con los demás y con el Entorno.

Según José Antonio Marina hay dos:

.Pulpos: con iniciativa, buscadores...
.Almejas: esperando, pasivos, a ver qué pasa...


LA DECEPCIÓN


"Pesar causado por un desengaño". Así se define en el diccionario un sentimiento bastante corriente: la DECEPCIÒN. La  imperfección  del  ser  humano  hace  que TODOS  nos decepcionemos  mutuamente, a  los  demás  y  que  nos  decepcionemos a nosotros mismos. Y somos humanos. Y en esa humanidad están  los errores  y  en  esos  errores  está  la  humanidad.  Somos  siempre,  siempre,  durante toda nuestra vida el niño que se cae y se  levanta hasta que ya se mantiene erguido y puede andar  de  pie  solo.  Somos  siempre  un  niño  en  busca  de  aprender  algo...ensayando  y errando,  haciendo  y  deshaciendo,  creando  algo  nuevo  de  lo  ya  aprendido,  a  veces  sin saber de donde y porqué.

De como  los demás, entre  los que están nuestros padres o nuestros maestros, acepten
nuestros  errores  así  se  irá  forjando  nuestra  personalidad.  Si  ante  errores  o  fallos
inocentes  somos  recriminados  con  enfado  y  rechazo  se  nos  grabarán  mellas  a  la
autoestima  en  nuestro  subconsciente,  fijando  profundamente  sentimientos  de  rechazo hacia nosotros mismos. Por ello siempre y màs si somos ya adultos debemos estar alerta ante nuestras reacciones a fallos, errores, enfados, y meteduras de pata de nuestros niños. Y más si esos niños son nuestros hijos o nuestros alumnos. No se debe reaccionar y si se debe dar respuesta serena y reflexiva. Y acompañar al pequeño en la compresión del  error  para  que  lo  evite  en  el  futuro.  Solo  así  crecerá  en  sabiduría  y  solo  así  la autoestima permanecerá intacta.

Pero, claro, esta sabiduría  la sabemos ahora, con  la madurez. Nadie nos  lo dijo cuando
nos  hizo  falta:  cuando nos correspondió educar  a  nuestros  niños.  Nosotros  también  somos  humanos,  y  nos equivocamos  antes  y  ahora  con miles  de  reacciones  ante  fallos  de  nuestros  hijos. Debemos  pedir perdón. La soberbia y el orgullo fatuo deben estar lejos de nuestros sentimientos para no permanecer en el "mantenella y no emendalla". Pero los hijos son para casi todo el mundo el sentido de la vida. Por ellos soportamos largas jornadas de trabajo sin que nos pese. Por  ellos  seguimos  aprendiendo  y  procurando  ser mejores  personas. Porque queremos  a  nuestros  hijos,  amamos  a  la  humanidad  entera.

A veces  esperamos  de  los  demás  lo  que  no  nos  dan. Y  nos  decepcionan. No siempre  los  demás  tienen  por  qué  saber  lo  que  se  espera  de  ellos.  Todos  tenemos nuestros pensamientos y cosas que nos ocupan y preocupan, tenemos ese derecho a ser libre  no  solo  de  palabra  sino  también  de  pensamiento. Que  no  hagan  o  digan    lo  que esperemos  de  ellos  hacia  nuestras  personas  no  significa  siempre  que  nos  ignoren, desprecien o rechacen. Mucho más es así cuando la persona que decepciona es alguien cercano  y  querido.  Simplemente,  la mayoría  de  veces,  serán  olvidos  inocentes, malos entendidos  o  inconsciencia  del  daño  infringido.  Es  así,  por  ejemplo,  cuando  no  nos felicitan en nuestro día alguien que queremos y que sabemos, por su trayectoria, que nos quiere, ¡A saber el motivo! Puede estar muy ocupado con otras cosas, con el trabajo o con preocupaciones que ni nos  imaginamos. Eso de  "cumplir siempre" es de  "cumplidos". Y los cumplidos son  fórmulas sociales o de urbanidad no siempre  llenas de sinceridad. En general,  las personas cercanas o queridas siempre están cumplidas, pues no necesitan de días especiales para hacer esos parabienes, lo hacen siempre...permanentemente.

Hay decepciones difíciles de superar. Porque tienen transcendencia casi definitiva y duradera en nuestros proyectos vitales. Me pasó a mi mismo. Creí en una persona y su proyecto relacionado con mi profesión. Básicamente defendíamos, o al menos así lo percibía yo, los mismos valores y misión. Me comprometí y fui leal durante mucho tiempo. Me ofreció y yo aproveché oportunidades que fueron determinantes en mi devenir profesional. Pero luego la ejecución del proyecto fue otro y me llegó la decepción. Y con ella la sensación de engaño. Con rabia me rebelé y me enfrenté exigiendo rectificación. Fue ingenuo pensar Por mi parte que así sería. Luego me recuperé. Porque nada debe hundirnos. En la adaptación a las nuevas circunstancias está la verdad. Incluso llego a justificar a la persona que me decepcionó gravemente. Tendría sus razones íntimas o informaciones que a mi no me llegaban. Ya sólo le reprocho que aún no tenga el detalle de explicármelo. Pero nada de rechazo u odio me queda. Si confieso que siento algo de indiferencia y poco aprecio por esa persona. Dejó de tener credibilidad para mí. Ahí quedó todo. Y la vida sigue. A lo mejor fui yo el que decepcionó.