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viernes, 9 de agosto de 2013

El maquinista ¿único responsable?



Vale, bien. El maquinista se equivocó y su error tuvo consecuencias horrorosas: vidas rotas y segadas inesperadamente y sufrimientos por doquier. ¿Pagará por ello civil y penalmente? Sólo la justicia con mayúsculas deberá decidirlo. Nunca la irreflexión y la imprudencia que no escucha argumento alguno. Los jueces deberán valorar para su sentencia una infinidad puntos y circunstancias que, concurriendo en el mismo lugar y tiempo, conformaron la constelación de concausas que ayudarían a la causa necesaria a que se produjese el fatal accidente. Esta causa necesaria tal vez fuese el despiste terrible e inoportuno del maquinista, técnicamente la falta de "consciencia situacional". Todas las concausas analizadas irían en socorro de este señor y conseguirían atenuarle la pena impuesta hasta, porqué no, eximirle de responsabilidad. Incluso posiblemente  aparecezcan nuevos "culpables" o al menos corresponsables del descarrilamiento. La justicia hablará cuando corresponda, evitando presiones de políticos y medios para que se señale a un chivo expiatorio indefenso y condenado sin presunción de inocencia.

Investigando sobre la frecuencia de esos errores humanos encuentro en una revista chilena los siguientes datos referidos a los accidentes aeronáuticos que sin gran esfuerzo se pueden extrapolar a los ferroviarios: 

"...Al analizar las estadísticas de accidentes de aviación, se ha atribuido responsabilidad de éstas al factor o error humano en un 80% a 90% en la aviación civil general, 65% a 75% en la aviación militar, y 50% a 60% en aviación comercial de transporte de pasajeros, tasas que evidentemente son muy significativas. Dentro de estos factores humanos, en aviación militar se atribuye un 5% a fenómenos fisiológicos, un 20% a desorientación espacial, y un 70% a un concepto conocido como LSA (“Loss of Situational Awareness”) o pérdida de conciencia situacional.

Podemos plantear que existen similitudes entre la industria aeronáutica y la industria minera  (aquí podría incluirse también los accidentes ferroviarios) que tienen relación con el uso de tecnología (grandes equipos) y la exposición al riesgo de ciertos cargos.

La “conciencia situacional” es el resultado de la comprensión de lo que ha ocurrido, lo que está sucediendo y lo que podría llegar a suceder. Para aprender, la mente funciona bajo criterios de comprensión, interpretación y equivalencia entre unos eventos y otros; sólo así es posible predecir, diagnosticar y actuar. Se hace consciente para la persona que cierto evento, por ejemplo, de riesgo, está relacionado con otros anteriores; se vincula esto a lo que está haciendo en ese momento y lo que podría ocurrir. Los errores del pasado son claves en este modelos, pues es la falla la principal fuente de la toma de conciencia..."

Los humanos con grandes responsabilidades a sus espaldas que impliquen a otras vidas igualmente humanas (conductores de autobuses o de tren, pilotos de aviones, cirujanos, etc ), tienen que entrenar esa consciencia situacional y asumir las consecuencias de su pérdida por imprudencia o por negligencia. Pero eso no quita que se habiliten medios organizativos o tecnológicos para evitar o disminuir al máximo el error humano. Esta obviedad es cada vez más reconocida en las organizaciones de servicios y empresariales.

Pero me gustaría llamar la atención sobre un punto concreto: El  maquinista reconoció desde el primer instante su error y asumió como consecuencia del mismo su parte de culpa en el accidente. Es decir, reconoció que en un momento dado perdió la "consciencia situacional" para recuperarla luego, pero ya tarde,  para evitar el accidente.  Opino que ese acto de constricción denota cualidades que andan escasas en el patio nacional actualmente: la honestidad y la valentía. Demuestra con su confesión tener valor para asumir críticas y desprecios de los demás, rechazo social en lo que le quede de vida e incluso la posible condena penal y civil correspondiente. Y lo que es más demoledor: el tormento que le viene de su propia consciencia de saber lo que ha provocado en  sus semejantes, seres humanos igual que él. Y eso que su propio fallo podría haber dado al traste con su propia vida, objetivo absurdo en sí mismo dado el reconocido instinto de supervivencia de todo ser vivo, incluidos los seres humanos. Eso se llama dar la cara, exponerse al juicio de los demás a pecho descubierto, dominando los miedos que a buen seguro su ego tendría.
Me viene a la memoria otros que siendo evidente su responsabilidad en el accidente mortal para otros y habiéndose salvado ellos del mismo niegan y reniegan su error escudándose en trampas procesales y argucias legales cuando no en mentiras evidentes para cualquier inteligencia media. ¿Os acordáis del torero famoso y su negación de pruebas? ¿Y del bailaor que tardó no sé cuanto tiempo en reconocer su fallo? ¿Y del capitán del barco encallado en la costa italiana?...pero sobre todo, acordaos de tanto y tanto político que huye y oculta sus responsabilidades en errores catastróficos para infinidad de personas. Para ellos el fin siempre justifican los medios. Son como ratas de barco, huyen las primeras cuando la nave zozobra. Y siempre la culpa es de otros. Nunca dimiten, nunca reconocen sus culpas. En cambio señalan y se ocultan como las sombras entre los acontecimientos y las cabezas de turco, que la mayoría de veces o son inocentes o ingenuos confiados.