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jueves, 28 de abril de 2016

Juzgar, autojuicio. Perdonar

"...Entonces te juzgarás a ti mismo. Lo cual es más difícil que juzgar a los demás, y si logras juzgarte bien, serás un verdadero sabio."
(Frase sacada de El principito; Antoine de Saint-Exupéry)

Una vez escribí que habían dos tipos de buenas personas: las que en cualquier situación intentan ser justas aún perjudicándose a sí mismas y las que lo intentan en todas las situaciones excepto en aquellas circunstancias en las que son parte interesada y que entonces se priorizan sobre los demás, aún a costa de perjudicarlos.

En general, reflexionaba entonces, ninguno de los dos tipos de personas buenas hacen daño a nadie ni tienen malos deseos hacia nadie. Ambas se rigen por valores de solidaridad, tolerancia, respeto... Tiene una moral basada en el sentido común y en la justicia. No son envidiosos ni soberbios, ni codiciosos ni perezosos ni avariciosos...ni sobre todo vanidosos. 

 Pero... ¿Quién es bueno y quién es malo?

Erigirse en juez de si los que nos rodean son moralmente buenos o malos sin conocerlos a fondo es propio de soberbios y prejuiciosos. Y sobre todo los que así actúan, se olvidan de que es más fácil hacer juicios de los demás que de sí mismos... Y también se olvidan de que siempre se debe estar dispuesto a perdonar,...y, sobre todo, a AMAR. Porque el rencor mantenido es carcoma para el corazón.

lunes, 11 de abril de 2016

Ocio, trabajo y pereza

No hay pecado o defecto que peor me siente que el de la PEREZA ni comportamiento que peor soporte que el de la persona perezosa. Porque la pereza se retroalimenta a sí misma llevando a la persona a la inacción y a la indolencia. Y porque la persona perezosa a través de esa indolencia se convierte en egoísta e insolidaria no solo con los demás sino con ella misma, abandonándose en el desamor y la frescura en su acepción de descuido, negligencia y poco celo. El perezoso se aprovecha desvergonzadamente de los demás para su cuidado y manutención y no aporta nada ni a sí mismo ni al prójimo. Aunque lo aparente, no va ni siquiera a lo suyo. Se perjudica a sí mismo en un lento declive de devastación de su autoestima. Porque la pereza puede llevar al individuo a la tristeza por el aburrimiento, a la soledad desierta en donde se ausenta hasta de la propia conciencia, donde los propios pensamientos negros y zombis vagan como monstruos pesados, cabizbajos, lentos...perezosos. Su conducta se aproxima a la del parásito: aquel ser que vive a costa de otro llamado huésped pero destruyéndolo sin aportarle nada, incluso hasta aniquilarlo  para por fin llegar a la propia autodestrucción. 

¿Quieres ser así? Creo que no. Porque si trabajas sales de la pereza y aumentarás tu autoestima y la estima que te tengan los demás. El antídoto de la pereza es la fuerza de voluntad y la curiosidad que es el origen de cualquier acción humana. El ser humano es un ser social y por eso debes ganarte tu sitio en esa sociedad, porque para bien o para mal las sociedades actuales son exigentes con sus miembros. No son aceptados en ella de cualquier forma; y mucho menos solo por ser persona. Y la mala noticia es que los excluidos de dicha sociedad lo pasan fatal o simplemente no pueden vivir. Hace mucho "frío" cuando se vive aislado. El ser humano necesita manutención y seguridad básicamente; y también sentirse miembro de la colectividad, ser reconocido por ella y sobre todo por sí mismo. Eso tiene el precio de la contribución. Quien nada aporta por ser perezoso es libre de su inacción pero deberá soportar las consecuencias responsablemente.  

Ana Cristina Aristizàbal Uribe,  en un artículo publicado en "El Colombiano" (Antioquia, Colombia) en agosto de 2010 titulado "Como anular a una persona", defiende la tesis de que si a una persona se le da todo, se le regala todo sin exigirle esfuerzo alguno, le anularemos cualquier recurso propio que tenga, lo convertiremos en perezoso y cuando los regalos cesen, caerá en la desazón, la desgana y no entenderá al mundo. Este será visto como culpable de sus desgracias y exigirá seguir recibiendo apoyos y "regalos" para seguir viviendo pues "es su derecho". Los padres o sistemas que lo dan todo hecho "por amor" en realidad inutilizan a la persona, la convierten en víctima y se corromperá como el agua estancada.

Esta concepción peyorativa de la pereza no ha sido siempre así. Y las matizaciones históricas buscan diferenciar la pereza del ocio creativo y enriquecedor.

Hay quien dice que la pereza es algo natural por que la ciencia dice que todo tiende al ahorro máximo de energía y a la máxima entropía. Como materia que seriamos según la ciencia no nos escaparíamos de esa ley natural. Incluso se ve a los animales o plantas que solo se mueven para conseguir alimento o mantener su seguridad y la de su prole. Pero el ser humano nuevamente tiene que valorar las consecuencias de dejarse llevar por esa tendencia natural al tener conciencia de sí mismo por ser portador de un gran cerebro: la decadencia personal a través de la tristeza y de la pobreza. J. J. Rousseau nos dijo que «Después de la de conservarse, la primera y más poderosa pasión del hombre es la de no hacer nada.».

Tanto los griegos como los romanos consideraron al ocio como propio de los ciudadanos libres y dignos y al trabajo como actividad propia de gente vil, miserable o poco honorable. El trabajo era actividad de esclavos e impropio de la naturaleza del hombre libre. Pero en realidad los ociosos griegos o romanos "trabajaban" intelectualmente o dirigiendo designios de la sociedad a la que pertenecían. En ese sentido, sus días eran productivos para si mismos y para la sociedad. Sócrates decia: "No es perezoso sólo el que no hace nada, sino el que pudiendo ser algo mejor, no lo hace". Los dirigentes romanos incluso usaban esa tendencia al disfrute improductivo del ocio del populacho dándole "pan y circo" para acallar protestas y desviarlos de la atención de la decadencia económica y militar.

Posteriormente fue el cristianismo el que santificó al trabajo como actividad dignificadora del ser humano en tanto en cuanto lo hacía

útil y siervo de sí mismo y de la comunidad. Y esto es así porque trabajando se aprovecha algo limitado y efímero: el tiempo. Y al perderse dicho tiempo se hace daño al progreso y crecimiento del individuo y de la sociedad a la que pertenece. Por tanto quien pierde el tiempo sin trabajar cometería un pecado capital desde la concepción cristiana: la pereza. Pero ha de saberse que el cristianismo no encumbra a la pereza como pecado capital hasta el siglo V por el papa Gregorio Magno, sustituyendo al antiguo pecado de la tristeza, en el sentido de acidia, que dejó de serlo. 

El marxismo ve al trabajo como moneda de cambio entre el proletariado y el capitalista. Trabajar tiene un precio que depende de la oferta y la demanda. El ser humano, en sus ratos de ocio, puede elevarse fomentando su creatividad. Incluso Lafargue, marxista más radical que su suegro Karl Marx, llegó a escribir un ensayo, "El derecho a la pereza", en el que santifica al perezoso que da rienda suelta a las pasiones humanas, buenas por naturaleza desde la concepción marxista e identificando al trabajo como imposición de la moral de la burguesía capitalista y del clero cristiano para dominación del proletariado haciéndole ver que esta vida es un valle de lágrimas al que se viene a sufrir.  

Incluso más recientemente, en el 2010, Tom Hodgkinson escribe un apasionado ensayo, "Elogió de la Pereza",  en el que da la visión del trabajo como expresión de una enfermedad y a la pereza como comportamiento noble y natural. Pero su reivindicación es más de libertad para el ser humano que de la pereza en sí. El tiempo dedicado a la inacción es productivo y creativo y el uso del mismo debe ser libremente elegido por la persona según Hodgkinson.  Pero existe un concepto moderno que se relaciona íntimamente con la pereza: la procastinación, se refiere a la posposición de actividades o deberes en beneficio de no hacer nada o hacer lo indebido. Esto lleva al ser humano a sentimientos de frustración y ansiedad desmedida. 

Yo creo que el tiempo que no se dedica al trabajo debe ser  "disfrutado". Se entiende al ocio como tiempo de descanso o tiempo libre de la persona que le deja sus ocupaciones principales y productivas. La dedicación al ocio por tanto no sería inmoral en sí misma. Más bien sería el premio individual al trabajo bien hecho y productivo. Seria mas bien un tiempo dedicado al desarrollo de la creatividad, al cultivo de la paz  mental y a la recuperación de las energías minoradas del cuerpo. Esto no tiene nada que ver con el concepto de pereza como tiempo dilapidado. Es un derecho humano reconocido.

 

Y lo ideal es que durante el tiempo del trabajo se disfrute como si fuese el del ocio. Lo ideal es ser productivo y creativo siempre, también cuando se trabaje. Y en ese momento no sabremos si trabajamos o estamos en tiempo de ocio, sabremos que estaremos disfrutando de nuestro limitado tiempo, seremos lo que somos sintiéndonos presentes en este mundo y entonces seremos felices.