¡Tú te callas, que aquí eres un remiendo postizo!
Como un trueno sonando haciendo temblar todo lo que pillara a su paso me lo dijo alguien a quien yo quería y que me quería: la abuela de mi mujer y la "nana" de mis niños. Tenía fama de cascarrabias, hipocondriaca y "saboría" (en el diccionario andaluz: "Dícese de la persona que, dada su falta absoluta de gracia, sentido del humor y dinamismo, está más próximo en la cadena evolutiva al geranio que al homo sapiens. (Todo ello sin desmerecer la importancia del Reino Vegetal)"). Pero ya se que no le iba ninguno de esos calificativos. Tenía sentido del humor y cuando te ganabas su confianza te incluía en su "familia" y sólo entonces daba la cara por tí, te respetaba y te amaba. Pero mientras llegaba esa consideración a su corazón era desconfiada y a veces incluso maleducada, como instinto de supervivencia en una selva llena de fieras.
Y es que no era más que una superviviente digna de la postguerra española, que sacó como pudo pero con honestidad y mucho amor a su hija y a la familia de su hija adelante...sufriendo el rechazo social de la época que le tocó vivir. Y consiguió integrarse en la "selva". Sin formación académica pero con valores y fortaleza mental y física curtida en una vida de trabajo y lucha, trató a su hija, a sus nietos y biznietos defendiéndolos como gata preñada. No dudó nunca en interponerse entre los agresores y ellos. Los acogía en su regazo con un amor protector que les dejó huella y que aún recuerdan con lágrimas en los ojos por su ausencia física sin solución por su muerte y la echan de menos cuando en sus vidas necesitan y reclaman apoyo, compresión y mimo, sin que les pregunten.
¡Ea ah...la niña de su mamá,
ea ah... La niña de su papá!
¡Ea, ea, ea...ea, ea...ah!
Que el picarón del sueño
Ya le va a picar!
Pero diferenciaba quien era de su sangre y quién no. Y yo no lo era; yo era inicialmente para ella un "remiendo postizo" porque creía y decía que "los novios son como los mocos, te limpias uno y vienen otros". Entre cabizbajo y humillado el orgulloso de mí se calló, no tenía nada que hacer ante una fuerza de la naturaleza y uno era educado para contestarle a una señora mayor. Pero había algo que me decía: "tiene razón, ¿quien eres tú para meterte donde no te llaman? ¿Acaso cuestiones que sólo entienden aquellos que tienen parentesco de sangre deben ser objeto de opinión interesada por quién no posee dicho vínculo?
Esa anécdota fue y es recordada en la familia como algo jocoso. Pero ella en ese momento se ganó mi respeto. Desde ese momento se establecieron las posiciones y cada cual quedó en su sitio. Y yo la quise desde entonces cada vez más, aunque a veces mi ego herido se molestaba recordando el momento. No hubo nunca más un mal gesto ni por mi parte ni por la de ella. Y sé que me llegó a querer y casi a preferirme a otros consanguíneos en según qué circunstancias. ¡Ay, cómo cuidó a mi niña recién nacida!, ¡cómo me dió la cara cuando más la necesitamos mi mujer y yo!
Y es que todo humano tiene un orden en su escala de consideración de sus semejantes. Y en ese orden, quiérase o no, predomina el orden familiar. Quien no comprenda esta concepción de la familia y sus relaciones no encajará nunca bien cuando decida vivir en pareja o casarse. Están los padres y luego los hermanos y luego el resto. Los que vienen de fuera son familia"política" que sólo con el tiempo y con sus acciones adquieren el derecho al lazo afectivo inquebrantable. Pero siempre comprendiendo y aceptando que cada cual puede criticar a los miembros de su familia de sangre pero el "advenedizo" nunca, porque si lo hace se encontrará con el rechazo y en un entierro en el que nadie le ha dado vela.
El núcleo familiar está siempre al quite de todo: cuando desfalleces por la enfermedad, por los amores fracasados, por la economía precaria, por los errores de la vida en general. Cuando no tienes donde ir, miras alrededor y siempre terminas en tu familia. Y hasta los llamados "expertos" en economía y sociología lo dicen: la red familiar ha sido lo que verdaderamente ha sostenido a los individuos víctimas de la terrible crisis que nos asola.
Por eso hay que sembrar en vida, no hay que dejar nada para después o por si acaso. Una familia desestructurada siempre lo es porque alguno de sus miembros no ha asumido su rol, a veces incluso sin ser consciente de ello. Todo núcleo social humano tiene un orden. Y en el sistema familiar hay que darlo todo por los hijos, por los hermanos, por los padres, por los abuelos...por la familia. Deben ser sus miembros los prioritarios en la atención y en la escala de valores de consideración de los demás. Ni el Estado ni Cáritas ni ninguna institución humana te sacará de ningún atolladero si tu familia no te quiere. Y no me refiero solo a lo puramente material, sino también a lo emocional y espiritual. Al respecto ya aprendí también de la "nana" que "si, sólo se dispone de un mendrugo de pan en una familia, el mismo se reparte entre sus miembros, y nadie muere entonces de hambre".