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sábado, 24 de febrero de 2024

Dejar un LEGADO

 Soy médico. Quien se lo iba a decir a aquel niño nacido y criado en  familia humilde de agricultores con infancia de pueblo, inquieto, resultón en la escuela, que solo pensaba en jugar al fútbol en las calles desiertas de coches. Y ya son 39 años dedicado a mi profesión desde que acabé la carrera y así seguiré mientras el cuerpo y la mente aguante. 


Si. Son casi 40 años ya de profesión dedicados a brindar un servicio a la sociedad exigido de dedicación plena y actualización continua. Cada vez con más frecuencia me dicen que durante los años que me quedan "debería dedicarme a dejar mi legado"…  Y yo me pregunto ¿qué legado? Porque una cosa es mi deseo de transmitir vivencias y sabiduría, mucha o poca, y otra que realmente sean interesantes para los demás.  Sabiendo que en ciencia -y la medicina lo es además de arte y práctica humanista- el principio de autoridad del experto es rechazado y está denostado, ¿la transmisión de una determinada práctica aprendida con la experiencia es atractiva o importante? ⚠️ Además no veo tanta gente a mi alrededor dispuesta a recibir las mañas de un "viejo puretilla" ya de la medicina, aunque en plena forma y apasionado de la cirugía ginecológica, como he sido y aún soy yo. 


Pero tal vez esté equivocado.


He hecho y sigo haciendo siempre -el presente es lo único que existe, eso si, condicionado por el pasado y futuro- lo máximo que he podido por sentido de la responsabilidad y por  respeto hacia todas las dimensiones de la persona humana. Y como humano que soy, asumiendo errores, me percibo como un profesional que a lo largo de su vida todo esfuerzo le ha parecido poco para ofrecer la mejor práctica posible de la medicina y cirugía a sus pacientes. Ha sido así hasta el punto de dar la imagen a algunos de que solo pienso en medicina. Esos  así opinan de mi sin conocerme. Pero la verdad es que me gusta "tó", que disfruto como un niño de mi familia sobre todo, de mis amigos y de cualquier cosa que me llene como el deporte, el arte, la literatura y la música y mucho más si se relaciona con mis raíces culturales, las de mi pueblo, las de mi Andalucía; ¡qué me gusta la juerga andaluza!; hasta me arranco por sevillanas de mis admirado Romeros de la Puebla si hace falta (malamente, eh, pero con compás). ¡Ah! Y Me emociono con las canciones de Los Secretos o las del Sabina.


Esas dos dimensiones, la humana junto con la profesional, no hay que olvidarlas nunca si no se quiere que el tren de la vida descarrile. El médico debe ser científico a la vez que humano. Dentro de esa humanidad está el compañerismo. Y en la máxima expresión de ese compañerismo está  compartir conocimientos y experiencias profesionales, especialmente con los más jóvenes o médicos en formación. Y por supuesto aprender también de ellos sintiendo el estímulo para seguir mientras se tengan fuerzas. El saber es un viaje de ida y vuelta continuo e infinito. 


Planteo dudas: ¿No puede percibirse como de soberbio creer que posees algo que legar de importancia? ¿Realmente tengo algo que transmitir? ¿He aprendido a lo largo de mi vida algo útil para las generaciones venideras que no puedan encontrar por si mismas en tantas fuentes de información accesibles de las que disponen hoy en día para asimilar las enseñanzas que necesiten? ¿Habré perdido las referencias de lo que se sabe o no se sabe según que edad se tenga?


Por otra parte, creo que cometería un error si no soy proactivo en transmitir pensamientos y experiencias propias en beneficio de compañeros más jóvenes. Porque también proclamo que  aborrezco la mezquindad y el egoísmo del que todo se lo guarda, del que practica el hermetismo intelectual.  Admiro, avalo y persigo la lealtad con mis compañeros, sean jefes, iguales o subordinados. Tengo un respeto reverencial y agradecido por mis maestros . Entre mis valores esenciales está la generosidad con los semejantes. Ser generoso es ser solidario. Esa generosidad no tiene porqué ser entendida solo en lo material sino sobre todo en lo humano, en lo espiritual e intangible. Así me siento por ejemplo cuando ayudo a un médico joven o residente en una cirugía y le enseño una técnica o le sugiero trucos o hábitos que a mi me han servido siempre. Transmitir tranquilidad y autodominio ante situaciones difíciles en los quirófanos es preceptivo. Detectar vicios técnicos y conminar a corregirlos es responsabilidad del que enseña. En esos gestos también está el cuidado y respeto a los pacientes. 


Pero a veces tengo la falsa sensación de que si veo obvio un detalle teórico o técnico en mi práctica médica pienso que igual de obvio lo tiene necesariamente que ver todo el mundo, tenga la formación que tenga. Se me olvida así que esa evidencia tuve que aprenderla yo en un determinado momento de mi pasado y que, por lo tanto, no nací con ese especial conocimiento o habilidad concreta. Igual les pasará seguro a las nuevos médicos jóvenes. Cualquier conocimiento que adquieran, a fuerza de incorporarlo a su práctica, llegará a considerarlo una obviedad muy probablemente. 


De pronto reparo en que la teoría se adquiere con el estudio pero la práctica se aprende y asimila en el trabajo directo y real. Siempre digo que el mecánico de automóviles completa su formación en el taller manchándose de grasa, viviendo la realidad de la avería del coche y no la teoría. Allí aprenderá actitudes y trucos para aflojar el tornillo oxidado resistente a hacer el correcto diagnóstico de la avería real desde los sonidos reales de los motores. Aprenderá a tratar con el cliente exigente que no comprende que los diagnósticos y los arreglos requieren estudio, pericia y tiempo. 


Salvando las distancias, un centro de salud o un hospital,  ya sea en consultas, sala de hospitalización o quirófanos, es lo más parecido que hay al taller donde se reparan averías o previenen fallos con las revisiones. 


Aunque solo sea por eso, por intentar transmitir los buenos valores que deben guiar a todo médico merece la pena la docencia desinteresada en medicina y cirugía. Cómo dije antes y ahora amplío para concluir, el médico en su práctica, además de con ciencia y técnica actualizada, debe actuar con compasión sintiendo el mal de sus pacientes. Esa compasión debe extenderla a sus compañeros para tomar conciencia del deber de compartir sabiduría. Debe ser consciente de las expectativas que genera en el ser humano individual y en su entorno que sufre y confía en el. Esa carga de responsabilidad debe sobrellevarla apoyando y dejándose apoyar por sus compañeros y demás sanitarios. Debe huir de la soberbia de creerse por encima de ninguna otra persona por el hecho de su posesión de conocimiento generadora de asimetrías en la relación médico-paciente o , también, en la de médico experto con el médico joven. 


El médico actual no debería imponer nada; más bien debería sugerir  la mejor solución y acordar desde el respeto máximo, su ejecución.


 

domingo, 17 de mayo de 2020

EL VERDADERO PROBLEMA

El problema, ¿cual es el problema?

Cada vez estoy más convencido. No son el problema los enfermos ni los muertos por causa de la pandemia.

El miedo a la enfermedad y/o muerte nos llevó a la obediencia ciega. Nos ha mantenido en la confianza en el general de los ejércitos que nos llevaría a la Victoria final. ¿Sacrificio?: El que haga falta, confinamiento y arruinamiento incluido. La victoria, es decir, la superación de la enfermedad y sus consecuencias merecerían la pena. No corresponde al soldado pensar la estrategia ni la táctica. Solo la ejecución de las órdenes es su misión; la tropa se expone confiada al enemigo sabiéndose vulnerable pero controlando su miedo con la moral alta y el corazón caliente. Merece la pena el sacrificio por los demás.  Da igual que no se tenga uniforme ni material defensivo. la información se supone que la tiene el general. Y Mientras el cuerpo aguante, todo sea por la patria.

Pero la guerra ha avanzado y la victoria no llega. El cansancio apareció y por ello se decretó una tregua. Todos reposamos alegres con el espejismo de que el final está cerca. Pero hay una verdad incómoda que se oculta y no se airea: No reparamos en que el enemigo aún está bien vivito y coleando. Es escurridizo y cambiante. Golpea cuando puede sin piedad. Desconcierta al profesional mejor preparado. No sabemos como vencerlo. Es invisible. No hay vacuna. No hay tratamiento.

¿Todos alegres? Ya no.

No todos siguen instalados en las risas y la paciente espera. Ha empezado la impaciencia. Surgen dudas. La desesperanza sube de grados y con ella el enfado por el desengaño. Aparecen las primeras deserciones. Y acompañándolas, tras tímidos intentos pidiendo explicaciones, explotan las protestas activas. Se escuchan los desafinados gritos de las aporreadas cacerolas, sin cámaras, sin difusión mediática, pero crecientes.

Ahora bien, el poder las reprime como puede y sabe. Primero fue con arengas calculadas, repetitivas, preventivas y masivas por  televisiones y radios con escenarios llenos de uniformes militares, de policías, de estadísticas y de sepulcros blanqueados; se ocultaron las malas imágenes y se potenciaron las retransmisiones de bingos, de bailes y de canciones desde hospitales y balcones. Luego ejecutaron vigilancias y censuras policiales al discrepante. Incluso aparecieron infiltrados entre la población como si fuesen de la policía secreta. Nos dieron altavoz a ingenuos defensores de la causa, fieles, inocentes y buena gente. Tachaban como gente de mala baba a los que se atrevían a criticar al gobierno y sus designios. Cuidado. Más temprano que tarde actuarán, si es el caso y hace falta, con violencia despiadada.

Pero la mancha de aceite del desencanto y la frustración no se disuelve tan fácilmente. Es imparable. Impregna la sociedad ya cansada de promesas que no llegan. La incertidumbre terrible y angustiosa se instala en los corazones. Muchos lo han perdido casi todo. Incluso algunos ya no tienen para comer y nadie les traerá la comida. Tienen que buscarla y para encontrarla no hay otra que salir de la cueva a cazar. Y si al salir no te dejan, descubres que no es una cueva: es una cárcel. Y la cárcel significa libertad restringida por la fuerza. Y a nadie le gusta ser preso ni esclavo de nadie. Somos inocentes. No hemos visto los muertos, no somos responsables de los mismos, y, aunque vivos y apenados,  estamos  hambrientos. Y con el hambre llega la rabia y la desesperación. Explota así la revuelta. Y con ella sale la violencia del pueblo reprimida en sus ojos y en sus tripas.  Violencia contra violencia.

Con todo desmadrado, ha surgido y crecerá el conflicto social y con el mismo el poder podría bailar de manos. Y al poder no se renuncia ni el poder se regala; se conserva o se pierde según como lo defiendas.  Y si no lo defiendes sea como sea  te lo arrebatan... sin piedad. Por eso ya, en la lucha final sin remedio aparecerá sin tapujos y descarnado el verdadero PROBLEMA: la lucha por el PODER.

miércoles, 22 de abril de 2020

La pandemia de la mediocridad es otra pandemia


Mi amigo (espero no ser pretencioso, al menos yo así me considero De el: un amigo 😃😜) y pileño de pro, Juan Maria De La Cuesta Berrocal , llamó la atención en un post de FB sobre la ausencia de líderes reales no solo para afrontar la pandemia sino la post-pandemia. No puedo estar más de acuerdo. Me dio así la idea de esta que estoy escribiendo nueva reflexión. Y añadiría a lo que el dice que lo que sobran son mediocres arribistas solo preocupados por imponer sus propias concepciones del mundo a los demás. En esas ideas, ¡qué casualidad!, siempre es constante la de que el poder debe estar en sus manos. Para ellos de natural es que los que manden sean los de su cuerda. No conciben que otras maneras de ver el mundo tengan razón. Adulan al que manda, sectarios, acríticos y ávidos de consignas. Y encima, tienen la piel finísima y se ofenden por quienes se atreven a advertirles de que el rey, es decir sus jefes, está desnudo.

No infrecuentemente son drogadictos dependientes del privilegio concedido o del “carguito” al que aspiran a costa de lo que sea. Llegan a puestos de poder con el mínimo esfuerzo posible, sin méritos sólidos y trabajados. En el caso de los políticos saben que los electores y sus aspiraciones son lo de menos.  La mayoría de veces su cometido consiste en ser políticamente correcto; por ello proponen poquitas ideas propias cuidándose de no contradecir lo establecido ni a los que mandan en el partido, que son los que de verdad eligen a los que irán en las listas. Pasan desapercibidos las más de las veces pero actuando con diligencia ante las órdenes del lidercillo, cabecean  diciendo “SI, Bwana” al que etiquetan como superior. Jamás critican las tropelías que cometen aquellos a los que les lamían semejante parte. Silban mirando al cielo o simplemente para otro lado.

Alain Deneault (Outaouais, Quebec, 1970) es un filósofo de izquierdas, Canadiense; en su obra “Mediocracia: cuando los mediocres llegan al poder”, los cala bien y los clasifica en cinco tipos:

1. El hombre “roto”: ser humano víctima de sus propias contradicciones.
2. El “mediocre por defecto”: Un sujeto crédulo, se cree todas las mentiras que le cuentan desde arriba.
3. El “mediocre entusiasta”: Maestro en intrigas, siempre está disponible porque no acaba de creer en nada.
4. El “mediocre a su pesar”: son los que saben y ven perfectamente las miserias del poderoso pero miran para otro lado por tener hipotecas actuales o pasadas que pagar. Lo hacen por ellos mismos o sus familias.
5. El mediocre “ex-valiente” (para mi el peor): un tiempo denunciaron las maniobras corruptas del poder y se opusieron hasta que recibieron una oferta tentadora y cayeron del caballo para incorporarse a las ventajas de la proximidad al privilegio.

Y están por todas partes...

Están, desgraciada y especialmente, también en la universidad. En la misma las estructuras están pensadas para alojar un ejército de supuestos “expertos” que bloquean el desarrollo del talento y la creatividad de los más jóvenes, que en gran cantidad, se ven obligados a emigrar para poder progresar en sus vidas y profesiones. La endogamia de los departamentos, altamente burocratizados, establecen reglas no escritas que o las respeta o pasas al ostracismo más cruel y opresor.

También se expanden los mediocres entre las empresas públicas y privadas. Siempre están atentos al mantenimiento de las formas correctas y no fallan en sus asistencia a cualquier evento o sarao público. No se pierden ni una ocasión de dorarle la píldora a los jefes. Acuden perfectamente uniformados con su corbata y chaqueta en ristre por mucho calor que haga, aunque si la fiesta es ibicenca, de blanco inmaculado irán. Ríen y ríen y vuelven a reír, nerviosamente, muchas veces sin saber porqué, asegurándose de ser vistos en su espúrea alegría, cerca del lidercillo. Insignificantes y Patéticos. Y cuando en virtud de favores que no de verdadero mérito ascienden se rodean de más y más mediocres, bloquean el ascenso de los mejores para evitar sombras molestas. Ni viven ni dejan vivir.

Y qué decir del ejército de comunicadores sumisos, aplaudidores, muy políticamente correctos que han devenido en voceros del poder político de uno u otro color y que, si hace falta, se vuelven pateadores del disidente. Escriben -creen que bonito- para defender lo institucionalizado. Su misión: la desmovilización y el despiste del personal, impedir que tomemos conciencia de realidades incómodas. Nos enfoca en el despiste para cegarnos parte del campo de visión. De lo que no interesa al poder, no se escribe. Y lo que no queda escrito no existe. Sin verbo no hay carne. Silencian al intelectual díscolo, libre, que opina sin estar sujeto a ningún grupo de presión.

Y, claro, si están en la vida académica o en la económica, si la mediocridad está lampando en toda la sociedad, como no lo va a estar en la política. Esta no es más que reflejo de la sociedad que representa. La política debe ser el arte de lo imposible. Si los políticos deben ser los servidores públicos que nos dirijan en la buena dirección ¿lo harán correctamente los mediocres?

Espero ansioso la aparición de auténticos líderes. Espero a gente valiente, audaz, imaginativa y clarividente. Hacen falta personas con vocación real de servicio a los demás, que antepongan el interés general al partidista o al propio individual, o familiar incluso. Es vital que aparezca el mirlo blanco que sea capaz de poner orden en los buenos valores y que nos impulse a todos a la práctica natural de la solidaridad y el amor.

Ya está bien de cálculos electorales; ya está bien de maniobras orquestadas en la oscuridad de tenebrosos despachos, herméticos y opacos. Ya está bien de manipuladores sociales a través de encuestas y medios de comunicación. Ya está bien de especuladores que usan el dinero para amasar más dinero sin producir nada. Ya está bien de decir una cosa y luego la contraria para más tarde hacer otra. Ya está bien de cambios sobrevenidos en opiniones y actitudes en función de cómo vayan los sondeos electorales. Hacen falta líderes con mirada larga que forjen sistemas que fertilicen la sociedad para que en la misma nazcan y se desarrollen individuos libres, fuertes y más líderes dueños de su propios destinos.

Hace falta luchar contra la mediocridad que nos mete el miedo en el cuerpo y nos paraliza. Ese miedo que solo está en nuestra mente y que hace que callemos, que seamos sumisos, que no saquemos los pies del plato para no molestar, para protegernos falsamente. Ya no admiten ni las opiniones civilizadas contrarias a sus postulados. Si vencemos a ese monstruo que nos infecta y que nos aterra pondremos en peligro a tantos y tantos mediocres que falsamente y solo en lo que les conviene utilizan torticeramente el aforismo aristotélico de que la virtud está en el punto medio, ese punto medio que cuando se trata de la vida o de la muerte solo lo aprecian y defienden los cobardes.

sábado, 21 de marzo de 2020

El poder: ¿fin o medio?

Hay mucha soberbia y avaricia en en una inmensa mayoría de nuestros políticos, sean los que sean, estén en el gobierno o en la oposición, desde la cúspide del estado (si, el rey) hasta el último de los concejales. Solo les interesa detentar el poder sea como sea.  El poder deja de ser un medio para hacer el bien a los gobernados. Las intervenciones en televisión o medios de masas son medios de manipulación de la opinión pública para conseguirlo. Ni respeto a moral alguna ni siquiera a la ley si hace falta ni lealtad a cualquier pacto firmado o promesa electoral que se oponga a sus objetivos.

Eso que algunos entendemos como ‘España’ se está transformando en algo desconocido, víctima de manipulaciones, mentiras y engaños mientras caminamos a ese destino misterioso. Se guían  por encuestas cocinadas y audiencias televisivas y en función de ellas reaccionan en un sentido u otro sin valores, sin principios ideológicos ni morales y sobre todo sin escrúpulos para escoger los medios que hagan falta para conseguir su único y confundido fin: EL PODER 

viernes, 6 de diciembre de 2019

Mi generación, la de los ‘60’... la del ‘baby boom’, la más joven que votó la constitución del 78.

Si...los españoles mayoritariamente votamos “SI” a la Constitución del 78 con la mayor de las ilusiones. Ha servido para regular la convivencia entre españoles distintos y distantes ideológicamente. Ha protegido derechos de minorías de los desmanes de determinadas mayorías. Aún perdura soportando tensiones y manteniendo un estado de derecho cada vez más vilipendiado por populistas, supremacistas  ideológicos o morales y xenófobos de todo cuño, sean de centro, de izquierdas o de derechas.  Malos tiempos corren para la tolerancia del que piense distinto. Pero hay que recordar que la CE del 78 fue la del abrazo entre españoles,  hermanos que otrora se odiaron a muerte real. Olvidar esa evidencia puede traer nefastas consecuencias. Ojalá todo español piense lo que piense,  sea de la región, nacionalidad, nación o país que sea, viva donde viva, tenga la edad que tenga,  sea consciente de ello. Pero viendo el panorama mis dudas serias tengo. 

Hago Semblanza breve de una generación que ya madura se encamina a la vejez, por si sirviera de algo conocer un pasado cercano que empieza a ser historia. Aunque dada la falta de respeto a lo viejo y la afición actual a lo urgente y efímero, la esperanza de  ser comprendido es escasa. 

Los que nacimos en los años 60-70 del pasado siglo fuimos los últimos españoles en conocer y tener conciencia de haber vivido en una dictadura, la franquista. Ya habían pasado afortunadamente las penurias de la terrible postguerra que tanto padecieron nuestros padres y abuelos. Sufrimos, con cierta falta de conciencia, por la inocencia de nuestra infancia y juventud, los últimos coletazos de un régimen político en el que la igualdad, la libertad y determinados derechos humanos y civiles estaban recortados hasta el punto de que solo el intento de ejercerlos suponía un serio riesgo de sanción grave por parte de los poderes públicos. Vamos, que podías ir a la cárcel con la simple expresión de ideas políticas contrarias al  poder establecido. Ni libertad de expresión, ni de religión, ni de reunión, ni sindical, ni derecho a huelga ni separación de poderes. La falta de libertad de prensa o de cátedra hacía que sólo recibieras información manipulada y filtrada por la censura. Solo unos pocos privilegiados estaban algo más informados de forma distinta accediendo a Radio Pirenaica (que emitía desde Moscú) o a la prensa extranjera si sabían idiomas o viajaban. No existían las redes sociales virtuales porque no existía internet. Tu red social eran familias y amigos que veías y tocabas. Y si vivían a distancia te relacionabas con ellos vía correo postal o costosas y esporádicas conferencias telefónicas. 
Vinimos al mundo en los inicios del económicamente pujante tardofranquismo. España estaba cambiando el burro por el seiscientos para viajar (aunque viajar, lo que se dice viajar -ahora que caigo- para gran parte de españoles era realmente emigrar o a Cataluña, dentro de España,  o a Alemania, el extranjero real, amén de algunos que empezaron a ir a Benidorm o Torremolinos o a la playa mas cercana). España abandonaba lo rural y se hacía urbanita alrededor de polos industriales de desarrollo en los que la última de las preocupaciones eran la contaminación ambiental o los derechos laborales. Crecieron como hongos edificios feos y altos en medio de la nada. Eran cajas de cerillas de pie y apiladas que conformaron barrios nuevos poblados por obreros con escasos servicios públicos y calles a menudo sin asfaltar. También se llenaron de nosotros, los niños del baby boom. Jugábamos en las calles solos sin vigilancia de padres o abuelos. No había parques infantiles y si espacios grandes y abiertos, vírgenes y llenos de peligros para la integridad física de nosotros, los niños, en los juegos practicados. Eran frecuentes las rodillas o codos llenos de heridas, pústulas y postillas cual señales de guerra. Entre los jóvenes más creciditos aparecieron muchos chicos modernos con pelo largo y chicas ‘libertinas’ bailando pegados, como dice la canción.  Eran guateques  improvisados en locales casi siempre privados, pues pocas discotecas habían. Fumar, discutir o jugar al fútbol o llevar pantalones eran cosas de hombres. Los piropos no estaban prohibidos. Es más: estaban bien vistos si no eran guarros.  Los chistes tenían amplia temática, sin que se tuviese conciencia de la inconveniencia de los que eran políticamente incorrectos, sexistas o racistas. Nuevamente la inocencia o ¿la mala leche? tenían la culpa. 

Posteriormente protagonizamos junto con nuestros mayores la ilusionante transición a la democracia siendo también los mas numerosos de la pirámide poblacional pero ya adolescentes. Estrenamos la EGB y el BUP.  Creo que cogimos los últimos coletazos de las clases de latín como asignatura. O el griego. Los de las clases menos pudientes empezamos a tener esperanza de llegar a la universidad. Algunos conseguimos tener ‘carrera universitaria’.  En la  propia universidad se vivieron momentos convulsos de huelgas estudiantiles de protesta contra el régimen, jugándose esos estudiantes el tipo corriendo delante de los “grises”, la cruel policía franquista. 

Y fuimos a la ‘mili’ pero solo los varones. (¡Qué discriminación más evidente por razón de sexo!). Si te negabas, te detenían por objetor de conciencia, ibas a la cárcel por mal patriota o por rojo peligroso.  El ejército era aún monocolor y estaba lleno de franquistas hasta el punto de que gran parte del mismo dieron el famoso y triste golpe de estado del 23-f de Armada,   Milans del Bosch, Tejero y otros más ilustres y poderosos que los dejaron tirados cuando vieron el pleito mal parado, cuando todo un pueblo, el
Español, paró el golpe.  Como también soportó con profunda tristeza y perplejidad pero con serenidad y firmeza el terrorismo cruel de ETA durante tantos años de plomo. No debemos olvidar a sus víctimas, no hay justificación posible para los asesinos y sus cómplices. 

Como dije al principio votamos la Constitución del 78 con la mayor de las ilusiones, inaugurando el más largo período democrático de la historia de España y dando puerta de entrada a la asimilación de la sociedad española del entorno europeo y occidental. 

Tras el “puedo prometer y prometo” de un presidente traidor para unos y héroe para otros  y al que en realidad traicionaron sus más cercanos, vinieron los socialistas de la tortilla en los Pinares de Oromana  y de la reforma industrial, los que nos metieron en la OTAN habiéndonos  prometido que “de entrada NO”. Fue el primer gran engaño electoral, o la versión más antigua de cambio evidente de chaqueta. Fue positivo y también ilusionante nuestra entrada en la entonces Comunidad Económica Europea, luego derivada a la actual UNIÓN EUROPEA.

 Simultáneamente en los 80-90 Vivimos la descentralización del poder con el nacimiento y desarrollo del Estado de las autonomías reguladas por 17 estatutos aspirantes a “constitucioncitas”, actualmente derivados cada vez más a un estado lleno de ‘subestaditos’ insolidarios y desintegradores, devenidos a veces a feudos de caciques locales que implantaron régimenes clientelares asfixiantes para quien no pensaran como los que mandasen. Algunos llegan hasta a reinventar la historia y creer que son seres superiores. Y claro, no quieren asociación con razas inferiores con taras en el ADN. 

 Como los “baby-booms” éramos muchos hemos sostenido el sistema de pensiones de España desde los años 80 hasta ahora, hasta el punto de que en algunos momentos Incluso tuvo superávit. Sin embargo, tristemente nos pende la amenaza de no poder jubilarnos nunca o de hacerlo a avanzada edad. ¿Viviremos tranquilos alguna vez?

Aún así, en justicia aunque generalizando, hemos  disfrutado desde niños de un estado de bienestar que arrancó con el despegue económico de la España del desarrollismo de los sesenta, que continuó con las reformas implantadas tras los Pactos de la Moncloa de los 80, acogimos la apertura y modernización de la sociedad española  y las ayudas sobrevenidas de Europa  y luego el el desarrollo de internet. Incluso acogimos con brazos abiertos a hordas de inmigrantes de todo el
Mundo. 

Podría decirse quizá que fuimos la primera generación de la historia de España en no pasar hambre al completo, ese hambre que hace que cualquier comida por humilde que sea se perciba como un manjar. Pero hemos de advertir que si no se tiene conciencia de su existencia real en otros seres humanos, nace en la persona la soberbia y desconsideración con la propia humanidad y sus problemas reales.  Pensemos en ello, no olvidemos de dónde venimos y lo que somos o tenemos ahora. Discutamos con Libertad pero si IRA. 

Busquemos el GRAN ABRAZO SOLIDARIO. 

sábado, 21 de julio de 2018

Tablero espaciotemporal sanitario español

Con distancia y mirando al “tablero” temporal y espacial reflexiono sobre el ejercicio profesional del médico y el sistema sanitario español en general.

Allá por el final de los 70 y principios de los 80 estudié la carrera de medicina. Se me creó el gusanillo de un médico vocacional. Interioricé teoría y práctica científica y humana por culpa de  maestros antiguos, con gran formación humanista y, sobre todo, buenos médicos. Algunos eran auténticos señores feudales en sus cátedras ganadas por oposición, oposiciones de las de antes...duras y nacionales, sin endogamias ni enchufismos, ganadas con esfuerzo aunque desde un cierto clasismo. La jerarquía técnica en los hospitales universitarios en general coincidía con la oficial. Cierto hermetismo en el acceso al saber había en el ambiente. No existía internet ni la medicina basada en pruebas. Pero a pesar de esos catedráticos inaccesibles y tiranos en la universidad ya  había aires de renovación. La apertura social tras el franquismo se imponía también en los servicios de Salud. Se habían construido multitud de “ciudades sanitarias” por todo el territorio nacional español para dar respuesta asistencial al SEGURO OBLIGATORIO DE ENFERMEDAD de los trabajadores y sus familias instaurado por el régimen franquista. Se llenaban de buenos médicos muy “asistenciales” como contrapunto a los más “científicos” de los hospitales universitarios dominados por los “càtedros” soberbios y prepotentes. Vinieron luego las ideas nacidas en Alma Ata (ciudad de Kirguistán, entonces República de la antigua URSS) dándole valor fundamental a la asistencia primaria (https://www.semfyc.es/la-medicina-de-familia/alma-ata/) y los conceptos de equidad y accesibilidad universal a los servicios de Salud como derecho fundamental de todo ser humano. Estos conceptos fueron interiorizados por la sociedad en general y en especial por gran parte de mi generación de universitarios aspirantes a médicos. Así fue forjándose vocaciones de servicio a los demás, un servicio que había que dar siempre sin interrupciones e incluso gratis si se daba el caso (El derecho a huelga del médico se pone siempre en entredicho en nuestra sociedad). La universalidad del servicio público de salud extendida a toda la población requería de gestión adecuada y dentro de ella de mano de obra amplia. Como aún hoy en día, ya entonces hacían falta médicos y enfermeros. Por eso devino el sistema de especialización vía “MÉDICO INTERNO RESIDENTE O MIR”. 

 

El sistema MIR rompía por aquellos años el antiguo e injusto sistema de escuelas profesionales como vía de acceso a las especialidades  médicas. El “MIR” nos dio la posibilidad de acceso a infinidad de médicos no “enchufados” a la especialidad. No hacía falta ser “hijo de” ni ser “pudiente” para conseguir ser especialista médico. Solo el esfuerzo personal te garantizaba la plaza en unas oposiciones nacionales transparentes y justas. La aspiración de casi todo médico que acababa su carrera era (¿es aún?) acceder a la especialidad y luego ocupar plaza en el Sistema Nacional de Salud PÚBLICO que era y es universal y “gratuito” y que se regulaba en la recién promulgada por aquellos años ley general de Sanidad (Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad). Así conseguiríamos la estabilidad laboral y tendríamos la posibilidad de desarrollo profesional. Personalmente ni se me pasaba por la cabeza la opción del incierto y competitivo ejercicio privado y liberal de la profesión. Consideraba -y CONSIDERO- que la misión del médico como proveedor de servicio es tan sagrada y fundamental que no se le podía negar a nadie por razón económica o de cualquier otra índole. La juventud no me dejaba ver en esos días que el médico era un trabajador más y que es una persona más en el mundo real que para desarrollar su vida individual y familiar tendría unas necesidades humanas y legítimas que subvertir. Y que la responsabilidad de cubrir esas justas necesidades era de la sociedad que recibía y reconocía sus servicios. Además no veía en ese momento la existencia del derecho de cada individuo de una sociedad libre a elegir cómo cuidarse su Salud y a ejercer ese derecho bien en el sistema público o bien en el privado.

 

Poco a poco fui viendo además en la evolución de la sociedad española una deriva para mi perversa. El servicio nacional de salud se fue dividiendo en taifas,  preludio o consecuencia de lo que es ahora la organización territorial del estado. Se vendía y se vende aún que así se acercaba la administración al ciudadano. Tengo mis dudas, más bien se tiene más controlado manipulado a ese  ciudadano que se quiere y dice servir. Se fueron así creando 17 sistemas de salud deficientemente coordinados, burocratizados y dirigidos o usados por políticos cortoplacistas como ámbitos de actuación para perpetuarse en el poder. Se atomizaron los centros de decisión sobre políticas de salud pública usándose el sistema para crear administraciones múltiples muy burocratizadas y devoradoras de presupuestos incontrolados y dispersos. Aunque en otras regiones también, en Andalucía específicamente la ideología y la política descendió hasta los niveles profesionales más bajos condicionando el desarrollo de muchísimos profesionales sanitarios que no comulgaban con las ideas impuestas por los detentadores de poder. A largos periodos sin convocatoria de plazas por oposición se unió la ocupación de dichas plazas por un precariado  profesional médico y enfermero explotado y sin reconocimiento completo de sus derechos laborales. Además, los cargos intermedios que otrora eran ocupados en general según méritos profesionales demostrados se fueron cubriendo por profesionaoles afines a la ideología imperante, fieles ejecutores de políticas impuestas desde arriba. Si libremente se discutían las consignas políticas poco desarrollo le quedaría al discrepante. Este se arriesgaba a caer en el ostracismo. Incluso señalado por administración y “compañeros”. En general los jefes de servicio y de sección eran, y aún lo son actualmente, nombrados a dedo en procesos de selección condicionados y amañados por el poder de los directivos de los centros sanitarios previamente a su convocatoria casi siempre. Consiguientemente se ha visto crecer un monstruo burocrático con infinidad de enchufados del “régimen” que se creen el centro del sistema. Incluso tienen una oscura jerga común cuando hablan de gestión sanitaria, ininteligible para la mayoría. Esto produce un manifiesto alejamiento de lo que de verdad debiera ser el foco de un sistema de salud: el paciente o usuario en general del mismo.  Además, el sistema en sí desprestigia al que ocupa el cargo intermedio, que es visto como puesto ahí por ideología mas que como consecuencia del meritaje. Es una lástima que una parte de esos profesionales que realmente podrían haber sido merecedores de los cargos que ocupan en justa competencia de méritos se les pongan en duda por haber accedido al puesto solo por el dedazo del político de turno. Y más lastimosa aún es la pérdida de profesionales brillantes por esa causa cercenados en su desarrollo por la perversidad de un sistema de nombramientos que prioriza afinidades políticas antes que méritos académicos o científico-técnicos.

 

Pero a la vez que el desarrollo social y económico crece, también crece la población que quiere ejercer sus derechos exigiendo asistencia personalizada con libre elección de sistema sanitario público o privado y dentro de ellos de profesional o de centro sanitario en el que ha de ser atendido. Hoy por hoy, ese derecho solo se tiene de manera real en el ámbito de la asistencia sanitaria privada. Pero eso es así solo si se tiene suficiente poder económico. Si no se dispone de suficiente dinero, se ha de conformar con el sistema público de Salud, con sus pros y sus contras. Algunas Comunidades Autónomas, entre ellas Andalucia, dicen tener reconocido el derecho a la libre elección de médico, profesional enfermero o centro sanitario en sus sistemas de salud solo porque existe un reglamento o decreto ley que reconoce ese derecho. En la práctica el mismo está cercenado por infinidad de circunstancias, muy bien explicadas por cierto por Juan Antonio Palacios Castaño y otros en dos artículos magníficamente elaborados y publicados en Público en abril de 2017 (http://blogs.publico.es/salud-y-pensamiento/2017/04/11/la-libre-eleccion-en-sanidad-parte-1-de-fraudes-paradojas-enganos-y-estafas/ y http://blogs.publico.es/salud-y-pensamiento/2017/04/18/la-libre-eleccion-en-sanidad-parte-2-de-mentirosos-trileros-fulleros-y-tramposos/ ). Además, la decisión final de asignación del médico solicitado está en manos de la administración como se dice en el siguiente extracto de las condiciones publicadas por el propio S.A.S. (https://ws003.juntadeandalucia.es/pls/intersas/servicios.informacion_cambio_medico):

 

“La solicitud de asignación de médico puede denegarse cuando en aras de una mayor calidad asistencial no sea conveniente la asignación de más usuarios a un determinado médico (cupo máximo, tiempo medio de consulta, frecuentación, porcentaje de menores y de mayores de 65 años, etc.) o bien existan otras dificultades que lo justifiquen (dispersión geográfica, problemas especiales que eleven la demanda asistencial, etc.).” 

 

Con  este panorama, cada vez más profesionales huyen del sistema público o bien emigrando a otros países o se decantan por el ejercicio privado de forma mixta o en exclusiva. Y en estos últimos casos es así desde mi opinión, entre otros, por dos motivos principales. Uno es que la disponibilidad de medios humanos y técnicos en la sanidad privada cada vez se asimilan más a los que hay en el sistema público. Ello les da opción a un desarrollo profesional cada vez más completo. Y dos, en general la remuneración conseguida en el ámbito privado en algunas especialidades, fundamentales,  es muy superior a los sueldos públicos pues se incentiva mejor la dedicación y la responsabilidad profesional, aunque sea un ejercicio sujeto a más competitividad y dureza. 

 

 

Urge poner orden regulando y facilitando de manera efectiva por un lado la libertad de ejercicio profesional exigido de las reglas de la lex artis y de las normas de deontología y por otro, la libertad del individuo de elección de sistema sanitario y dentro de cada uno de los mismos, sea este público o privado, de profesional  y centro sanitario. Pero antes se ha de fomentar los medios garantes de equidad y accesibilidad, evaluando si se dispone de recursos reales y efectivos, informando con veracidad al ciudadano, estudiando y evaluando sus necesidades reales de Salud y fomentando la participación de la sociedad civil en los órganos de decisión en política sanitaria.