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viernes, 6 de diciembre de 2019

Mi generación, la de los ‘60’... la del ‘baby boom’, la más joven que votó la constitución del 78.

Si...los españoles mayoritariamente votamos “SI” a la Constitución del 78 con la mayor de las ilusiones. Ha servido para regular la convivencia entre españoles distintos y distantes ideológicamente. Ha protegido derechos de minorías de los desmanes de determinadas mayorías. Aún perdura soportando tensiones y manteniendo un estado de derecho cada vez más vilipendiado por populistas, supremacistas  ideológicos o morales y xenófobos de todo cuño, sean de centro, de izquierdas o de derechas.  Malos tiempos corren para la tolerancia del que piense distinto. Pero hay que recordar que la CE del 78 fue la del abrazo entre españoles,  hermanos que otrora se odiaron a muerte real. Olvidar esa evidencia puede traer nefastas consecuencias. Ojalá todo español piense lo que piense,  sea de la región, nacionalidad, nación o país que sea, viva donde viva, tenga la edad que tenga,  sea consciente de ello. Pero viendo el panorama mis dudas serias tengo. 

Hago Semblanza breve de una generación que ya madura se encamina a la vejez, por si sirviera de algo conocer un pasado cercano que empieza a ser historia. Aunque dada la falta de respeto a lo viejo y la afición actual a lo urgente y efímero, la esperanza de  ser comprendido es escasa. 

Los que nacimos en los años 60-70 del pasado siglo fuimos los últimos españoles en conocer y tener conciencia de haber vivido en una dictadura, la franquista. Ya habían pasado afortunadamente las penurias de la terrible postguerra que tanto padecieron nuestros padres y abuelos. Sufrimos, con cierta falta de conciencia, por la inocencia de nuestra infancia y juventud, los últimos coletazos de un régimen político en el que la igualdad, la libertad y determinados derechos humanos y civiles estaban recortados hasta el punto de que solo el intento de ejercerlos suponía un serio riesgo de sanción grave por parte de los poderes públicos. Vamos, que podías ir a la cárcel con la simple expresión de ideas políticas contrarias al  poder establecido. Ni libertad de expresión, ni de religión, ni de reunión, ni sindical, ni derecho a huelga ni separación de poderes. La falta de libertad de prensa o de cátedra hacía que sólo recibieras información manipulada y filtrada por la censura. Solo unos pocos privilegiados estaban algo más informados de forma distinta accediendo a Radio Pirenaica (que emitía desde Moscú) o a la prensa extranjera si sabían idiomas o viajaban. No existían las redes sociales virtuales porque no existía internet. Tu red social eran familias y amigos que veías y tocabas. Y si vivían a distancia te relacionabas con ellos vía correo postal o costosas y esporádicas conferencias telefónicas. 
Vinimos al mundo en los inicios del económicamente pujante tardofranquismo. España estaba cambiando el burro por el seiscientos para viajar (aunque viajar, lo que se dice viajar -ahora que caigo- para gran parte de españoles era realmente emigrar o a Cataluña, dentro de España,  o a Alemania, el extranjero real, amén de algunos que empezaron a ir a Benidorm o Torremolinos o a la playa mas cercana). España abandonaba lo rural y se hacía urbanita alrededor de polos industriales de desarrollo en los que la última de las preocupaciones eran la contaminación ambiental o los derechos laborales. Crecieron como hongos edificios feos y altos en medio de la nada. Eran cajas de cerillas de pie y apiladas que conformaron barrios nuevos poblados por obreros con escasos servicios públicos y calles a menudo sin asfaltar. También se llenaron de nosotros, los niños del baby boom. Jugábamos en las calles solos sin vigilancia de padres o abuelos. No había parques infantiles y si espacios grandes y abiertos, vírgenes y llenos de peligros para la integridad física de nosotros, los niños, en los juegos practicados. Eran frecuentes las rodillas o codos llenos de heridas, pústulas y postillas cual señales de guerra. Entre los jóvenes más creciditos aparecieron muchos chicos modernos con pelo largo y chicas ‘libertinas’ bailando pegados, como dice la canción.  Eran guateques  improvisados en locales casi siempre privados, pues pocas discotecas habían. Fumar, discutir o jugar al fútbol o llevar pantalones eran cosas de hombres. Los piropos no estaban prohibidos. Es más: estaban bien vistos si no eran guarros.  Los chistes tenían amplia temática, sin que se tuviese conciencia de la inconveniencia de los que eran políticamente incorrectos, sexistas o racistas. Nuevamente la inocencia o ¿la mala leche? tenían la culpa. 

Posteriormente protagonizamos junto con nuestros mayores la ilusionante transición a la democracia siendo también los mas numerosos de la pirámide poblacional pero ya adolescentes. Estrenamos la EGB y el BUP.  Creo que cogimos los últimos coletazos de las clases de latín como asignatura. O el griego. Los de las clases menos pudientes empezamos a tener esperanza de llegar a la universidad. Algunos conseguimos tener ‘carrera universitaria’.  En la  propia universidad se vivieron momentos convulsos de huelgas estudiantiles de protesta contra el régimen, jugándose esos estudiantes el tipo corriendo delante de los “grises”, la cruel policía franquista. 

Y fuimos a la ‘mili’ pero solo los varones. (¡Qué discriminación más evidente por razón de sexo!). Si te negabas, te detenían por objetor de conciencia, ibas a la cárcel por mal patriota o por rojo peligroso.  El ejército era aún monocolor y estaba lleno de franquistas hasta el punto de que gran parte del mismo dieron el famoso y triste golpe de estado del 23-f de Armada,   Milans del Bosch, Tejero y otros más ilustres y poderosos que los dejaron tirados cuando vieron el pleito mal parado, cuando todo un pueblo, el
Español, paró el golpe.  Como también soportó con profunda tristeza y perplejidad pero con serenidad y firmeza el terrorismo cruel de ETA durante tantos años de plomo. No debemos olvidar a sus víctimas, no hay justificación posible para los asesinos y sus cómplices. 

Como dije al principio votamos la Constitución del 78 con la mayor de las ilusiones, inaugurando el más largo período democrático de la historia de España y dando puerta de entrada a la asimilación de la sociedad española del entorno europeo y occidental. 

Tras el “puedo prometer y prometo” de un presidente traidor para unos y héroe para otros  y al que en realidad traicionaron sus más cercanos, vinieron los socialistas de la tortilla en los Pinares de Oromana  y de la reforma industrial, los que nos metieron en la OTAN habiéndonos  prometido que “de entrada NO”. Fue el primer gran engaño electoral, o la versión más antigua de cambio evidente de chaqueta. Fue positivo y también ilusionante nuestra entrada en la entonces Comunidad Económica Europea, luego derivada a la actual UNIÓN EUROPEA.

 Simultáneamente en los 80-90 Vivimos la descentralización del poder con el nacimiento y desarrollo del Estado de las autonomías reguladas por 17 estatutos aspirantes a “constitucioncitas”, actualmente derivados cada vez más a un estado lleno de ‘subestaditos’ insolidarios y desintegradores, devenidos a veces a feudos de caciques locales que implantaron régimenes clientelares asfixiantes para quien no pensaran como los que mandasen. Algunos llegan hasta a reinventar la historia y creer que son seres superiores. Y claro, no quieren asociación con razas inferiores con taras en el ADN. 

 Como los “baby-booms” éramos muchos hemos sostenido el sistema de pensiones de España desde los años 80 hasta ahora, hasta el punto de que en algunos momentos Incluso tuvo superávit. Sin embargo, tristemente nos pende la amenaza de no poder jubilarnos nunca o de hacerlo a avanzada edad. ¿Viviremos tranquilos alguna vez?

Aún así, en justicia aunque generalizando, hemos  disfrutado desde niños de un estado de bienestar que arrancó con el despegue económico de la España del desarrollismo de los sesenta, que continuó con las reformas implantadas tras los Pactos de la Moncloa de los 80, acogimos la apertura y modernización de la sociedad española  y las ayudas sobrevenidas de Europa  y luego el el desarrollo de internet. Incluso acogimos con brazos abiertos a hordas de inmigrantes de todo el
Mundo. 

Podría decirse quizá que fuimos la primera generación de la historia de España en no pasar hambre al completo, ese hambre que hace que cualquier comida por humilde que sea se perciba como un manjar. Pero hemos de advertir que si no se tiene conciencia de su existencia real en otros seres humanos, nace en la persona la soberbia y desconsideración con la propia humanidad y sus problemas reales.  Pensemos en ello, no olvidemos de dónde venimos y lo que somos o tenemos ahora. Discutamos con Libertad pero si IRA. 

Busquemos el GRAN ABRAZO SOLIDARIO.