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sábado, 30 de diciembre de 2017

¿Eres almeja o pulpo?

"PULPOS"Y "ALMEJAS"
  FELIZ AÑO 2018
¡¡Ha pasado “ooootroooo año más”!!
Uno màs me decía un amigo. No uno menos. El me decía con cierta gracia que cuando se cumplen los “cincuenta” cada año que pase una persona en este mundo es uno más, no uno menos… Y es que cuando te llega la madurez -¿llega alguna vez para quien siempre quiere aprender?- se tiene cada vez más conciencia de la finitud de esta vida y se fija en la única verdad demostrada para todo ser vivo…el humano -o sapiens, como se dice ahora- también. Vemos como la salud perdida en gente de nuestra edad cada vez es más frecuente. Si la salud nos deja, disfrutamos o no disfrutamos según nos haya ido en la vida de todo aquello que hemos ido forjando a lo largo de la misma.
Empiezan a esa edad (la mía) una mirada alrededor y se desarrolla más que nunca los hábitos y los caracteres y personalidades forjados. El filósofo y catedrático Marina dice que ve en sus alumnos dos tipos de personas: los “pulpos” y las “almejas”. 
Las personalidades “almeja” son pasivos, están a verlas venir, no se arriesgan, se protegen con su concha cuando atisban peligros, están a merced de la corriente. Y muchos tienen la sensación de que el futuro de cada cual que siempre llega a cierta edad ha llegado. Y dicen “yo ya estoy viejo para eso o lo otro”. Deciden descansar apoyados en barandas, casinos y bares viendo pasar la vida, sin aportar nada, sintiéndose con un derecho a ser cuidados por los demás. Incluso algunos -inconscientemente, sin malicia- utilizan la ganancia secundaria de una enfermedad, crónica y llevadera  para conseguir no trabajar más.. Y solo quieren mantenerse como están (…¡Ay, Virgencita!). 
Los pulpos son exploradores y activos, se meten por todas partes, buscan y se arriesgan en orificios y accidentes del terreno imposibles a simple vista. Proponen e  imaginan. No se conforman y siguen buscando y elaborando su vida e influyendo en la de los demás, en su familia, amigos, compañeros y entorno renovándose a si mismo y a cuanto tocan. No se ven en el “futuro” conseguido. Viven su presente sin mas pensamiento que vivir mientras estén vivos. Reivindican diariamente su lugar en el trabajo, en la familia, entre los amigos…en la vida. Aportan su experiencia aprendida y como ya la tienen siguen aprendiendo nuevas cosas para ellos mismos y para los demás. 
 
¿Qué quieres ser? ¿pulpo o almeja? Yo personalmente no quiero dejar de ser un poco pulpo, aunque a veces el desánimo me invade y me inclina a almeja. Pero quien nace con una condición muere con ella. Me gusta ayudar y aportar todo lo que pueda a mí mismo y a los demás, desde mi familia cercana, a mis pacientes y al mundo en general. 
 
A todos. pulpos y almejas, les deseo un feliz año nuevo. Todos somos humanos, todos tenemos derecho a vivir y a toda la felicidad del mundo sea de la forma que sea. Cada cual con su experiencia vital debe ser feliz y estar sano. Aceptado tal y como es. Incluso siendo almeja se tiene lo más preciado: la vida. Y en ella no debe reinar más que EL AMOR. 
 
Salud y amor en tu vida (y con ellos llegará la felicidad)

NADA REAL CAE DEL CIELO

El cambio habido en España ha sido de tal calibre en los últimos 50 años que ha hecho que vivamos en un país radicalmente distinto pero con gran parte de su población inconsciente de esa transformación. Los cambios económicos, sociales y políticos en el mundo entero y en nuestro propio país han sido enormes y han provocado desviaciones en nuestros focos de atención y preocupaciones. Nos pasa a todos los españoles pero más en general a esa parte formada por los nacidos tras la muerte del dictador. Es lógico. Es difícil salirse de la realidad cotidiana llena de árboles que nos impiden ver un bosque tan evolucionado. Estamos ocupados con dedicaciones que nos ayuden a nuestro sustento, a sobrevivir; y vivimos en un mundo lleno de numerosos y variados reclamos externos a nuestra atención. Impiden que reflexionemos en cómo hemos llegado hasta aquí. No tenemos tiempo para miradas hacia atrás que creemos solo sirven para distraernos. 

Nos alegramos por nuestro bienestar conseguido, pero las más de las veces nos quejamos de infinidad de fatalidades que considramos injustas y no merecidas. Pero somos poco reflexivos para hacer un buen diagnóstico que explique porqué nos pasa lo que nos pasa. Tendemos a culpar a agentes externos actuales de nuestras desventuras o agobios sin reparar en que muchas de ellas vienen condicionadas por decisiones pasadas. Y cada decisión supone una elección y una renuncia que repercuten en nuestras vidas a corto, medio y largo plazo. Y no solo las decisiones individuales de cada cual son las que condicionan nuestro devenir. Una importante proporción de nuestros comportamientos o nuestro modo de vida las marcan otras personas que la mayoría de veces ni conocemos. Y entre ellas están fundamentalmente los políticos que dirigen nuestras instituciones. De ahí la importancia de elegirlos bien y sobre todo de controlarlos bien. Deben de dar cuenta de sus decisiones a todo el mundo. Y hay que exigirles una especial vocación de servicio a los demás. Para nada se les debe tolerar la más mínima acción corrupta. Ahora se dispone de instrumentos democráticos de control de nuestros dirigentes que aunque siendo imperfectos han servido a veces para descubrir y denunciar escándalos por corrupción que la justicia ha tratado convenientemente. No siempre fue así.

Recuerdo conversaciones con mis mayores sobre cuestiones políticas y sociales allá por finales de los años sesenta del pasado siglo, casi cuarenta años después de la última guerra civil entre españoles y viviendo bajo un régimen dictatorial opresor. Ellos tenían fresca la memoria. Intentaban transmitirme prudencia en mis opiniones, que se apartaran de la crítica al poder establecido pues lo contrario haría peligrar no solo mi bienestar sino incluso mi integridad física. Cerraban la puerta de la casa con cerrojo para asegurarse de que sus opiniones críticas con el régimen y expresadas en la intimidad familiar no fuesen escuchadas por oídos traidores y colaboracionistas y corriesen el riesgo de ser denunciadas. Tenían miedo...terror al poder. 

En esas conversaciones con mis padres y con algunos de mis maestros me transmitían pavor a hablar con libertad. Tenían recuerdos vivos de la contienda civil o de la dura postguerra española, llenas de represión y miserias, colmadas de suciedad y hambre, de violencias extremas y venganzas sumarias, de desconfianzas y recelos entre iguales, de chivatazos crueles, marginaciones y exclusiones sociales, de señoritos y serviles... En mi ingenuidad de niño y adolescente, sin embargo veía a mi alrededor un bienestar y una alegría que jamás podía peligrar. La guerra civil y la postguerra eran cosa de un pasado lejano con imposible retorno. Para mi era casi como hablar de los romanos y las guerras púnicas. Creía que vivíamos en otra era sin posibilidad de influencia por hechos históricos aparentemente tan remotos. No me daba cuenta de que hablaba con los protagonistas vivos de esos episodios históricos. Mi inconsciencia me impedía interiorizar que en parte tenían razón en la posibilidad de que se repitiese la historia si la desconocíamos. Pero nadie escarmienta en cabeza ajena.

Veo a mucha gente ahora, en general por debajo de los 45 años, formando parte de una generación que ha vivido en la abundancia relativa. Se que las generalizaciones tienen sus riesgos de injusticia en las valoraciones, pero han de hacerse en el asunto que me ocupa para entenderse bien. La generación española de mis padres experimentaron el hambre y sus consecuencias; mis coetáneos, de 45 para arriba, en general no pasamos hambre pero si ciertas necesidades materiales no imprescindibles para mantener la biología pero si para disfrutar del bienestar con estándares europeos. Nuestro bienestar fue solo parcial. Muchos tuvieron o tuvimos que trabajar desde edades muy tempranas para contribuir al sustento familiar. A muchos se les impidió acceder a una más completa educación académica. Incluso no era extraño el que para poder estudiar tenía que trabajar simultáneamente. La universidad era algo inalcanzable para una mayoría social.

Sin embargo, la generación nacida tras el fin del franquismo, ya con la constitución del 78 en vigor, ha disfrutado de de un régimen democrático homologado y de un estado del bienestar asimilable a cualquier país europeo. Afortunadamente el pais había avanzado en su riqueza lo suficiente para que sus habitantes pudiesen vivir mejor. La sanidad se convirtió en un derecho universal, la educación hasta la secundaria también y el acceso a la vivienda en general fue asequible a una mayoría de población. Lejos quedaron los años en los que no se podía disfrutar de libertad de movimientos o de libertad de expresión, de no tener acceso a múltiples servicios públicos que hoy parecen caídos de la nada. Hubo años en España de red de carreteras escasas y en mal estado, muy lejos de autovías y autopistas actuales tan rectas ellas, anchas, bien asfaltadas y excelentes; o de trenes AVE o de aeropuertos modernos, excesivos y símbolos del despilfarro de nuevos ricos. La televisión pasó de no existir en los años cincuenta a nacer en blanco y negro con su posterior evolución al color. Hasta hace muy poco fue única y controlada en monopolio por el poder, nada de múltiples emisoras privadas y a todas horas. Se nos ha olvidado la obligatoriedad de difusión del “parte” por todas las emisoras de radio, ese informativo de radio nacional de España, instrumento de propaganda y difusión de consignas a mayor gloria del régimen. Se emitía con puntualidad a las dos y a las diez de la noche. Hoy la manipulación mediática existe pero es más variada y diversa y se hace desde posiciones ideológicas distintas que conviven sin violencias y con tolerancia entre ellas. 

Aquella España franquista oficialmente feliz y unida, tenía sombras terribles que oprimían a una parte de españoles. En la misma no existía el divorcio, aunque si la figura de los separados por la vía de los hechos sin reconocimiento de derechos, especialmente a las mujeres. Estas no podían salir del país sin el permiso del marido. Tampoco podían aspirar a ser juez por mucha carrera de derecho que estudiasen. La violencia machista contra las mujeres se calificaban de simples crímenes pasionales. El aborto se practicaba en sucios tugurios clandestinos que ponían en riesgo vital a las mujeres. Incluso robaban niños en instituciones sanitarias engañando a las mujeres que parían indefensas ante sanitarios sin escrúpulos. La homosexualidad era un delito condenada con marginación social, con tortura y cárcel o incluso con reclusión en manicomios. Estos servían para aprisionar no solo a enfermos mentales sino también a muchos desviados políticos opositores al régimen. Eran terribles las celdas de castigo de los “penales” que pude ver en el manicomios de Miraflores de Sevilla. No solo estaban las prisiones para los presos políticos de verdad. Gente en general pacíficas eran encarceladas y torturadas solo por su compromiso real en la consecución de un mundo mejor, más justo y solidario.

Conviene no olvidar ese pasado visto como tan reciente por los que en parte lo vivimos, aunque en sus últimos coletazos. Comprendo que los nacidos después piensen que ese pasado es lejano con imposible recurrencia en los tiempos actuales. Yo también lo pensé cuando me hablaban de nuestra guerra civil y de la postguerra del hambre y de la indigencia. Mi deseo es que la soberbia que nos da nuestro bienestar actual no nos ciegue y que no nos impida fomentar la solidaridad y la justicia social. La historia da lecciones que deben ser usadas para no repetir errores. Y para saber que lo que tenemos no nos ha caído del cielo. 


domingo, 28 de mayo de 2017

Diálogo entre politicos

Llegaron para despachar cargados de carpetas llenas de documentos. Entraron en el amplio despacho de paredes forradas de lujosas estanterías de caoba repletas de libros clásicos, recuerdos y bellas figuras de porcelana. Sobre el suelo se proyectaba una tenue luz desde el gran ventanal del lateral izquierdo adornado de cortinas clásicas estampadas que, sujetas con elegantes alzapaños, resguardaban unos tímidos visillos color crudo. Detrás de la mesa muy despejada y recia, serias y calladas estaban las vigilantes banderas, símbolos y garantes del estado, emblemas del mantenimiento de la fidelidad a la nación. “L” había ganado las elecciones y había tomado posesión de su flamante puesto de presidente regional con la mejor de las intenciones de usar el poder para mejorar la vida de los ciudadanos. Con gran ánimo y sentado en el sillón director, como radiante ganador de la confianza de sus ciudadanos, introdujo la primera idea y propuso:

- “L”: Ahora tendremos que nombrar para los puestos importantes a los mejores. 
- “S”: Ni lo pienses. De “mejores“ nada, nombraremos a los más fieles. Ya los enseñaremos si no son competentes. La lealtad de los fieles es digna.  No nos abandonarán cuando volvamos a perder el poder. Los mejores, sin embargo, se convertirán en molestos presuntuosos, mercenarios en sus puestos de trabajo. Serán exigentes a medida que consigan objetivos. Crearán necesidades y molestarán más de la cuenta cuando no estén de acuerdo con las consignas que les demos.

“S”, como jefe nacional del partido, dio así su repuesta demoledora y gélida desde el confidente. “L” sintió cierto escalofrío y levantó levemente la frente. Clavó su mirada en los ojos de “S” con la intención de asegurarse de haber oído bien. Sin embargo enseguida entendió que la respuesta de “S” no estaba en línea con lo que en campaña habían prometido. Y como “L“ no era ser sumiso e irreflexivo a las consignas de partido sin discutirlas y sin convencer a su conciencia, consideró que debía seguir la conversación y opugnó:

- “L”: Pero ahora, que por fin tenemos el poder, debemos construir una sociedad que busque la excelencia. Si los mejores la dirigen harán lo mejor y servirán de ejemplo a las nuevas generaciones que se esforzarán en ser cada día mejores. La competitividad por ser preeminente hará que el progreso se acreciente y que la vida de la gente avance.
- “S”: Ya, pero la sociedad que construyamos será de iguales. Si los que mandan son capaces de imponer ideas de igualdad por encima de todo no habrá diferencias entre ciudadanos por razón de renta, raza, sexo, o cualquier otra condición. Esas ideas se impondrán por los convencidos y no por aquellos que aunque sean de los preeminentes en su profesión no estén persuadidos por las mismas. Aquellos darán curso a nuestras consignas con disciplina; estos se resistirán si consideran que entran en contradicción con lo teórica y técnicamente correcto. Así que esa es la consigna: una sociedad de iguales.

“S“ Respondió con seguridad y contundencia. Sabía que en política son los fines, y no los medios, lo importante. Pero “L” dudó y expresó sus recelos:

- “L”: ¿Sociedad de Iguales? Pero quizá más pobre globalmente y con individuos menos libres. La igualdad básica está garantizada desde el punto de vista social y político por la Constitución; somos iguales ante la ley. Sería mejor confiar en que el deseo del individuo responsable y libre de progresar en la vida, de escalar en su posición económica y la de los suyos, le sirva de estímulo para trabajar más, para crear más riqueza, de la que el conjunto se beneficie. Debemos acortar las diferencias sociales pero sin renunciar a respetar la libertad individual de cada cual para construirse las vidas que quieran.
- “S”: El problema es que de esa manera solo los más fuertes se desarrollarán. Sin la correspondiente regulación quitándole por ejemplo parte de lo que ganen a los más fuertes y dándoselo a los más débiles la sociedad evolucionaría hacia una división entre clases muy ricas, una minoría, y otras mucho más pobres, una mayoría.
- “L”: No sería así si se garantizase el principio de igualdad de oportunidades y que el acceso a algunos servicios se garantizase. La consecución del puesto a través del mérito seleccionará a los más capaces para los puestos dirigentes de la sociedad sobre una base de igualdad en el acceso a determinados derechos. Básico sería garantizar los derechos humanos primarios para todos; me refiero fundamentalmente al derecho individual a la sanidad, a la seguridad social y, especialmente, a la educación en todos sus niveles. No debería ser la renta un impedimento a crecer en la preparación educativa ni por supuesto causa de discriminación entre los ciudadanos.
- “S”: Estamos de acuerdo parcialmente en esos puntos. Pero no sólo la seguridad social, la educación y la sanidad deben ser universales y equitativas. ¿Y la vivienda? ¿O el derecho a trabajar y ejercer cualquier negocio lícito, al comercio libre, al movimiento libre de entrada o salida por el territorio nacional o europeo, o a la libertad de expresión, o a la propiedad privada, o al derecho de asociación con fines útiles, o de religión? Si no se llega a una igualdad efectiva entre los individuos en sus vidas adultas sea cual sea su formación, se perpetuarán las injusticias sociales.

“L” se sorprendió de que su superior detallase derechos supuestamente ya conseguidos por las personas de su país para justificar una hipotética y justa igualdad material. Pero no lo veía claro y refutó:

- “L”: Pero conseguir esa igualdad en lo económico podría suponer ser injustos con el que haya conseguido más riqueza ejerciendo su libertad y practicando su esfuerzo diferenciado. 
- “S“: No te olvides del principio de solidaridad. Es este un valor y un derecho de los individuos y del estado. No todo el mundo es capaz de generar riqueza. En ello influye no sólo el esfuerzo personal sino múltiples factores internos y externos que facilitan o impiden la consecución de riqueza material. Por eso el que consiga más debe repartir parte de lo que haya conseguido con los menos favorecidos. Pero, dada la condición humana en general altamente dirigida al interés personal, la solidaridad debe obligarse desde el poder.
- “L“: Es decir, que todos esos derechos requieren de un ejercicio de poder, de una gestión política. Pero si esta es dirigida y ejecutada  por auténticos profesionales con criterio, preparados, que conozcan los distintos sectores iría todo mejor.
- “S“: No, la gestión de esos servicios debe ser pública y llevada a cabo no por tecnocrátas fríos sino por políticos idealistas convencidos y fieles a nuestras consignas. Si es el estado el que ha de proveer de esos derechos y servicios a los ciudadanos, los que detenten el poder del estado han de ejecutar y poner en práctica lo propuesto por el partido si democráticamente es elegido. Por cierto, para llevar a cabo las decisiones políticas ha de obtenerse los recursos de algún origen. Y ese “origen” tiene que ser del bolsillo de los más ricos. 

“L” nuevamente no lo veía claro y rebatió:

- “L”: Pero ¿cómo vamos a obligar a los ricos a dar parte de su riqueza? Se supone que se la han ganado por su habilidad en los negocios, por su esfuerzo o por herencia legítimamente recibida.
- “S”: Si, pero casi siempre ha sido a costa de la explotación directa o indirecta bien de recursos puestos a disposición del propio estado o bien por uso abusivo de una parte de la sociedad, los asalariados, los jornaleros, los trabajadores en definitiva.
- “L”: Sin que se violen leyes, toda persona tiene derecho a llegar a ser rica si lo consigue con su esfuerzo o inteligencia. Y, por supuesto, una vez conseguida tendrá también el derecho a disfrutar de dicha riqueza, a hacer lo que le de la gana mientras no veje o dañe a nadie. Su contribución al resto de la sociedad debe ser proporcionada y no tan exagerada que llegue a desincentivarles en su afán de generación de abundancia o que les aleje de la sociedad a la que se deba.
- “S”: Eso es así mientras el resto de la sociedad tenga las necesidades básicas cubiertas. En caso contrario, debe ser el estado el que se encargue de cubrirlas echando mano de parte del caudal generado por ese fragmento de la sociedad supuestamente triunfador y acomodado. Y así redistribuiremos los excesos que ya hay en las capas más altas. Los repartiremos a los más pobres. En eso consiste El Progreso, en que los menos gananciosos sean más dignos y trabajen con salarios mayores. No es injusto que los beneficios empresariales sean más bajos si ese es el objetivo.
- “L”: ¿Quien define cuales son las "necesidades básicas"?...No lo sé. En cualquier caso de esa forma se igualaría por abajo. Las rentas más altas perderían pese a esforzarse y mucha parte de las más bajas ganarían sin necesidad de hacer ese esfuerzo. Se igualaría por debajo. Más o menos se pensaría: “¿para qué esforzarme, si lo que consiga tendré que compartirlo con el que no pone empeño alguno en conseguir lo que yo?“. Además, ¿Como lo haremos sin coartar la libertad de las personas, sin que se resienta la necesaria cohesión social? 
- “S”: Cualquier medio será bueno. Se pueden usar los impuestos, la caridad, servicios públicos, los subsidios, la reforma agraria, políticas monetarias, confiscación o las acciones legales de reparación de daños. Ya ves la cantidad de posibilidades que tenemos. Si lo hacemos bien conseguiremos un tejido social mayoritario de gente agradecida. De esta forma nos perpetuarán en el poder. Y de esta manera poco a poco dispondremos de los medios de producción. Seremos nosotros los que decidamos en qué se invierte y en qué no.
- “L”: Pero se puede generar una bolsa de población improductiva, que se conforme con la subsistencia a costa del estado y por consiguiente parásitos de los que verdaderamente trabajen. Además, ¿Y si los ricos se van de nuestra tierra y se llevan sus riquezas? ¿Como vamos a retener los capitales?
- “S”: No todos se irán. Tendremos muchos que se beneficiarán de la administración y de sus contratos; los servicios públicos no siempre serán suministrados por funcionarios y habrá empresas privadas que puedan lucrarse prestando dichos servicios cobrando de la administración estatal. Otros tantos amasarán dinero con nuestras riquezas naturales que no se las pueden llevar a otro lado. Por ejemplo está el turismo. Nuestro clima, nuestros paisajes, nuestras costumbres atraerán a millones de turistas que dejarán plusvalías para nuestros empresarios elegidos y éstos nos mantendrán a nosotros. Además estarán las subvenciones de las instituciones de la administración estatal y europea. Mientras seamos más pobres tendremos derecho y podremos reivindicar dichas subvenciones. 
- “L”: Entonces se creará una red inmensa de pobres leales y de ricos también agradecidos. Margaret Thatcher lo expresó diciendo que esas tácticas no procuran que los pobres ganen más, sino que los ricos ganen menos. El problema es que la pobreza extendida al igualar por abajo es insostenible a la larga. Ningún régimen político con máxima priorización de la igualdad ha dejado de generar élites sociales detentadoras del poder y una gran masa de pobreza sin libertad, desincentivada y silenciada.
- “S”:  Lo se, pero una mayoría nos votarán. Y nosotros disfrutaremos de nuestra obra mientras duren las condiciones. Esas condiciones nunca serán extremas. La mayoría que nos vote no será consciente de su situación. Estará ocupada en mantener esa igualdad básica conseguida, serán partidarios de mantener el “status quo” ; solo algunos se darán cuenta e intentarán progresar por su cuenta y al margen del estado. Pero estarán tan a lo suyo, serán tan individualistas que desertarán de la política y no votarán y desde la abstención no nos molestarán.
- “L”: ¿Hasta cuando? 
- “S”: Hasta que tengamos suficiente para retirarnos y demos el relevo a las futuras generaciones.

“L” calló, triste y cabizbajo. Comprendió la inutilidad de su esfuerzo y de su elección. Al poco tiempo, dimitió.



sábado, 6 de mayo de 2017

Volver a empezar o la vida circular

Volver a empezar... siempre regresar al comienzo. Si caes en la oscuridad de la tristeza por la desazón de la decepción que otro te provoque debes hacerlo. Si fracasas por errores propios, debes hacerlo. Si circunstancias sobrevenidas e imprevistas te echan abajo tus proyectos, debes hacerlo. Sin persistir en los errores reconocidos porque eso sería locura, debes continuar con tus designios.
Debes Levantarte tras las caídas sabiendo que todo pasa, que siempre amanece, que el universo sigue estés como estés, te pongas como te pongas. Y no esperes ayuda más allá de ti mismo. Quien te ofrezca su apoyo consciente o inconscientemente buscará ayudarse a sí mismo. No existe el amparo permanente desinteresado. No desprecies al que te socorra, sé agradecido. Pero convéncete: solo tú no te cansarás de ti mismo si asimilas la idea de que esencial y realmente estás solo. Y cuando lo entiendas y demuestres que te quieres el resto del mundo empezará a contar contigo. Entonces no te verá como una carga fastidiosa, como un ser suplicante y quejicoso. Serás respetado y válido, te tendrán en cuenta, te respetarán.
La vida es circular...vuelve y vuelve al mismo punto en una espiral que se antoja infinita mientras no llegue su final. ¿Su final? ¿De verdad existe ese final? La respuesta es de cada cual y de la voluntad de tener fe o no tenerla. Pero sea cual sea la creencia asumida, mientras tenga vida el objetivo del ser que la disfrute es mantenerse vivo. Porque la vida es un don que ese ente no elige, sino que se le concede generosamente. Y si eres ser humano además de vivir manteniendo las funciones biológicas has de hacerlo con dignidad. Una dignidad que absolutamente nadie tiene derecho a quitártela. Nadie debiera ser dependiente ni independiente de nadie, aunque si interdependiente de todos. Solo así serás humano.