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sábado, 24 de febrero de 2024

Dejar un LEGADO

 Soy médico. Quien se lo iba a decir a aquel niño nacido y criado en  familia humilde de agricultores con infancia de pueblo, inquieto, resultón en la escuela, que solo pensaba en jugar al fútbol en las calles desiertas de coches. Y ya son 39 años dedicado a mi profesión desde que acabé la carrera y así seguiré mientras el cuerpo y la mente aguante. 


Si. Son casi 40 años ya de profesión dedicados a brindar un servicio a la sociedad exigido de dedicación plena y actualización continua. Cada vez con más frecuencia me dicen que durante los años que me quedan "debería dedicarme a dejar mi legado"…  Y yo me pregunto ¿qué legado? Porque una cosa es mi deseo de transmitir vivencias y sabiduría, mucha o poca, y otra que realmente sean interesantes para los demás.  Sabiendo que en ciencia -y la medicina lo es además de arte y práctica humanista- el principio de autoridad del experto es rechazado y está denostado, ¿la transmisión de una determinada práctica aprendida con la experiencia es atractiva o importante? ⚠️ Además no veo tanta gente a mi alrededor dispuesta a recibir las mañas de un "viejo puretilla" ya de la medicina, aunque en plena forma y apasionado de la cirugía ginecológica, como he sido y aún soy yo. 


Pero tal vez esté equivocado.


He hecho y sigo haciendo siempre -el presente es lo único que existe, eso si, condicionado por el pasado y futuro- lo máximo que he podido por sentido de la responsabilidad y por  respeto hacia todas las dimensiones de la persona humana. Y como humano que soy, asumiendo errores, me percibo como un profesional que a lo largo de su vida todo esfuerzo le ha parecido poco para ofrecer la mejor práctica posible de la medicina y cirugía a sus pacientes. Ha sido así hasta el punto de dar la imagen a algunos de que solo pienso en medicina. Esos  así opinan de mi sin conocerme. Pero la verdad es que me gusta "tó", que disfruto como un niño de mi familia sobre todo, de mis amigos y de cualquier cosa que me llene como el deporte, el arte, la literatura y la música y mucho más si se relaciona con mis raíces culturales, las de mi pueblo, las de mi Andalucía; ¡qué me gusta la juerga andaluza!; hasta me arranco por sevillanas de mis admirado Romeros de la Puebla si hace falta (malamente, eh, pero con compás). ¡Ah! Y Me emociono con las canciones de Los Secretos o las del Sabina.


Esas dos dimensiones, la humana junto con la profesional, no hay que olvidarlas nunca si no se quiere que el tren de la vida descarrile. El médico debe ser científico a la vez que humano. Dentro de esa humanidad está el compañerismo. Y en la máxima expresión de ese compañerismo está  compartir conocimientos y experiencias profesionales, especialmente con los más jóvenes o médicos en formación. Y por supuesto aprender también de ellos sintiendo el estímulo para seguir mientras se tengan fuerzas. El saber es un viaje de ida y vuelta continuo e infinito. 


Planteo dudas: ¿No puede percibirse como de soberbio creer que posees algo que legar de importancia? ¿Realmente tengo algo que transmitir? ¿He aprendido a lo largo de mi vida algo útil para las generaciones venideras que no puedan encontrar por si mismas en tantas fuentes de información accesibles de las que disponen hoy en día para asimilar las enseñanzas que necesiten? ¿Habré perdido las referencias de lo que se sabe o no se sabe según que edad se tenga?


Por otra parte, creo que cometería un error si no soy proactivo en transmitir pensamientos y experiencias propias en beneficio de compañeros más jóvenes. Porque también proclamo que  aborrezco la mezquindad y el egoísmo del que todo se lo guarda, del que practica el hermetismo intelectual.  Admiro, avalo y persigo la lealtad con mis compañeros, sean jefes, iguales o subordinados. Tengo un respeto reverencial y agradecido por mis maestros . Entre mis valores esenciales está la generosidad con los semejantes. Ser generoso es ser solidario. Esa generosidad no tiene porqué ser entendida solo en lo material sino sobre todo en lo humano, en lo espiritual e intangible. Así me siento por ejemplo cuando ayudo a un médico joven o residente en una cirugía y le enseño una técnica o le sugiero trucos o hábitos que a mi me han servido siempre. Transmitir tranquilidad y autodominio ante situaciones difíciles en los quirófanos es preceptivo. Detectar vicios técnicos y conminar a corregirlos es responsabilidad del que enseña. En esos gestos también está el cuidado y respeto a los pacientes. 


Pero a veces tengo la falsa sensación de que si veo obvio un detalle teórico o técnico en mi práctica médica pienso que igual de obvio lo tiene necesariamente que ver todo el mundo, tenga la formación que tenga. Se me olvida así que esa evidencia tuve que aprenderla yo en un determinado momento de mi pasado y que, por lo tanto, no nací con ese especial conocimiento o habilidad concreta. Igual les pasará seguro a las nuevos médicos jóvenes. Cualquier conocimiento que adquieran, a fuerza de incorporarlo a su práctica, llegará a considerarlo una obviedad muy probablemente. 


De pronto reparo en que la teoría se adquiere con el estudio pero la práctica se aprende y asimila en el trabajo directo y real. Siempre digo que el mecánico de automóviles completa su formación en el taller manchándose de grasa, viviendo la realidad de la avería del coche y no la teoría. Allí aprenderá actitudes y trucos para aflojar el tornillo oxidado resistente a hacer el correcto diagnóstico de la avería real desde los sonidos reales de los motores. Aprenderá a tratar con el cliente exigente que no comprende que los diagnósticos y los arreglos requieren estudio, pericia y tiempo. 


Salvando las distancias, un centro de salud o un hospital,  ya sea en consultas, sala de hospitalización o quirófanos, es lo más parecido que hay al taller donde se reparan averías o previenen fallos con las revisiones. 


Aunque solo sea por eso, por intentar transmitir los buenos valores que deben guiar a todo médico merece la pena la docencia desinteresada en medicina y cirugía. Cómo dije antes y ahora amplío para concluir, el médico en su práctica, además de con ciencia y técnica actualizada, debe actuar con compasión sintiendo el mal de sus pacientes. Esa compasión debe extenderla a sus compañeros para tomar conciencia del deber de compartir sabiduría. Debe ser consciente de las expectativas que genera en el ser humano individual y en su entorno que sufre y confía en el. Esa carga de responsabilidad debe sobrellevarla apoyando y dejándose apoyar por sus compañeros y demás sanitarios. Debe huir de la soberbia de creerse por encima de ninguna otra persona por el hecho de su posesión de conocimiento generadora de asimetrías en la relación médico-paciente o , también, en la de médico experto con el médico joven. 


El médico actual no debería imponer nada; más bien debería sugerir  la mejor solución y acordar desde el respeto máximo, su ejecución.


 

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