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lunes, 29 de febrero de 2016

Dolor de andaluz

El subdesarrollo andaluz tiene causas externas pero también internas, sobre todo internas... Ya si. ¡Ay, mi Andalucia! 

 

En un magnífico libro (“Porque fracasa los paises“ de A. Acemoglu y J. A. Robinson) se afirma: "En general, su situación no se debe a su ignorancia ni a su cultura. Como mostraremos, los países pobres lo son porque quienes tienen el poder toman decisiones que crean pobreza. No lo hacen bien, no porque se equivoquen o por su ignorancia, sino a propósito”.

En la misma obra se habla de la importancia de crear instituciones inclusivas y no extractivas y de que “ni las teorías basadas en la geografía, ni en la cultura ni en la ignorancia ayudan a explicar la situación en la que estamos inmersos".

Y en otro punto se expresa que “Para ser inclusivas, las instituciones económicas deben ofrecer seguridad de la propiedad privada, un sistema jurídico imparcial y servicios públicos que proporcionen igualdad de condiciones en los que las personas puedan realizsar intercambios y firmar contratos; además de permitir la entrada de nuevas empresas y dejar que cada persona elija la profesión a la que se quiere dedicar”.

El andaluz sabe evadirse, pero más de la cuenta; y también, pero poco, quejarse; es como si la  "resignación cristiana...la cruz a cuesta" sea obligación de llevarla calladamente, por eso no es la pereza ni la desidia... es otra cosa...

Tal vez sea el miedo, que mucho miedo también hay. El miedo a señalarse recorre la geografía andaluza. Hay que ser políticamente correctos. Los que se atreven a hablar alto, muchos de los que en las redes sociales expresan sin tapujos sus opiniones, en general, dan imagen de  ser extremistas y excluyentes. Sorprendentemente arrastran tras de sí a opinadores también intolerantes extremos de base y algo "tuertos" o desinformados.  Son los claqueros de un teatro de actores sesgados e instalados en la provocación. Como ejemplo está la desproporción de pedir que se cambien nombres religiosos de calles  muy asentados y aceptados por una mayoría de la población. Lo reclaman en base a un laicismo confundido con el anticlericalismo. Pero por otro lado está el rechazo manipulado de una parte de la sociedad inmovilista a que esa petición siquiera se haga, ignorando el derecho a la libertad de pensamiento y expresión. En las dos posiciones hay intolerancia y extremismo, en las dos hay intención de imponer al prójimo la propia visión del mundo. Y hasta llegan a usar formas "¡procesión de la vagina!" y palabras de mal gusto, que llegan a la ofensa y al desprecio del discrepante. Incluso piden cárcel y condenas judiciales a quienes hieren sensibilidades propias sin reparar en sus propias anatemas y veleidosas excomuniones. ¡¡Cuidado con jugar con la conciencia y su sagrada libertad!! Las actitudes violentas, fruto de la instalación del odio y la ausencia de empatía, están a la vuelta de la esquina.

En Andalucía una alta proporción de profesionales excelentes lo hacen muy bien en sus respectivos puestos. Aportan lo mejor de sí mismos en los mismos muy responsablemente pero son incapaces de manifestar una opinión que no sea la políticamente correcta. Guardan silencio y miran para otro lado cuando ante ellos se manifiestan los movimientos de la serpiente del poder. Y les lleva al conformismo y la mediocridad, a refugiarse en el montón, en la masa informe y aborregada. Se retiran a sus aposentos importándoles solo que lo propio se mantenga. El moderado disidente permanece callado públicamente. Cree así protegerse a sí mismo y a su prole del revanchismo de los detentadores del poder. Callan sin luchar abiertamente denunciando las mentiras y la manipulación de las conciencias  a través de la instrumentación de la educación y los "mass media" públicos y afines desde el poder establecido. No luchan ni denuncian las corrupciones cercanas ni las subvenciones arbitrarias y sin control ni los nombramientos políticos de puestos profesionales hasta llegar a las bases mismas de la sociedad civil, ni a la burocracia que asfixia al emprendedor legalizado objeto de presiones impositivas y regulatorias excesivas. Todos, aunque esos emprendedores más aún, somos víctimas de una economía sumergida tolerada, vista como amortiguadora de revueltas sociales procedente de los hipnotizados y acostumbrados a la sopa boba. Se iguala por abajo. La preparación y el trabajo no se prima. No se incentiva el talento, ni al esfuerzo en el aprendizaje o la innovación.

Y lo evidente es que en gran medida tienen razón: en Andalucía es muy difícil la discrepancia con el poder, es difícil expresar opiniones contrarias a la corriente oficial. Si lo haces has de estar dispuesto a soportar ostracismo y falta de respeto; no te gasean, pero te ignoran, te dificultan las iniciativas, miran para otro lado o te advierten sigilosamente ninguneándote. Al que destaca no se le apoya, no vaya a ser que quiera el "carguito" o amenace los privilegios establecidos. La oligarquía dominante es extractiva y excluyente de todo aquel que ose ponerla en duda. Los únicos que están contentos son los aprovechados del clientelismo, los que saben aprovecharse de esa situación. Son los "pelotas" del venido a llamarse "régimen". Piensan que con las migajas que obtengan, mientras duren, vamos adelante.

Y lo triste es que las alternativas políticas al poder actual son sospechosas de desear la misma cosa, de ser lo mismo, de no ser sinceras en el compromiso con las personas. Los unos porque arrastran un pasado ya lejano de épocas pretéritas de colaboración y conformismo con opresores externos a Andalucía; y los otros por dar imagen de desestabilizadores del "status quo“ y de revolucionarios inexpertos y temerarios que proponen escenarios idealizados pero inciertos y peligrosos en un mundo actualmente pacificado y globalizado. Este análisis de las alternativas queda para otra reflexión.

 

 

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