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sábado, 20 de febrero de 2016

Juegos de poder: postureo fatuo

Primero hay elecciones generales; ningún partido obtiene suficientes diputados para poder formar gobierno en solitario; y cada cual se enroca en su posición ideológica y programática a la espera de que los demás se muevan hacia dichas posiciones. Y ninguno aparentemente -solo aparentemente- repara en las fuerzas reales que les asisten y que les han sido concedidas por el pueblo español. Todos se sienten ganadores potenciales e imponen condiciones con manifiesta intransigencia y prepotencia. Son reflejo de una sociedad dividida y crecientemente polarizada. Los del PP, los que más diputados obtuvieron, la minoría más mayoritaria, se niegan a postularse como inicializadores de la formación de gobierno por un doble motivo: uno táctico, para evidenciar que las posibilidades de los demás son nulas sin ellos; y otro real: ningún partido del escenario actual está dispuesto a pactos con ellos por motivos relacionados con la corrupción y el papel jugado en la pasada legislatura. Su esperanza está en que la repetición de elecciones les favorezca. Pero los casos de corrupción cada vez lo cercan más. Los de Podemos están manifestando un afán de poder desmesurado e impaciente; me impresionan como poseedores de una verdad transcendente que va a salvar a los desposeídos de la sociedad, parecen quijotes en busca de "desfacer agravios y enderezar entuertos". Su actitud de cierta prepotencia se basa en ganar tiempo para terminar de desgastar al PSOE, atisbando el ansiado sorpaso que le darían el dominio del espacio político de la izquierda. Su táctica es poner el listón alto que haga imposible el acuerdo de investidura de Sánchez para en unas nuevas elecciones aprovechar las previsiones favorables para ellos que anuncian las encuestas. En sus propuestas hay clara intención de ruptura con el régimen de la transición a costa de lo que sea, incluido el consenso constitucional y la unidad de España. ¿Olvidan que las reglas de convivencia basadas en la constitución deben reformarse desde el consenso y no desde la imposición? Es un partido aún sin clara estructura estatal con una vertebración nacional no conseguida y cogida con alfileres de intolerancias. Ciudadanos da imagen de moderación y flexibilidad. Su intransigencia ante la corrupción y los nacionalismos es manifiesta. Sus propuestas económicas son inasumibles por posturas de la izquierda ortodoxa por lo que sí el PSOE pacta con ellos se quedan sin el apoyo de las demás formaciones de izquierda. Y el número de diputados de Ciudadanos da para lo que da y no son suficientes para que su hipotético apoyo aislado conlleve el éxito de la investidura de Pedro Sánchez.   El PSOE no levanta cabeza. Arrastra un pasado salpicado de casos de corrupción y una desastrosa gestión de los primeros tiempos de la gran crisis que asoló y asola a España. La irrupción de Podemos le ha diezmado gran parte de su electorado natural. Dividido por luchas de poder entre facciones enfrentadas, no encuentra un líder respetado por todos. Su líder actual se ve debilitado a la hora de negociar con el resto de partidos con dudas de con quien hacerlo, como hacerlo y con qué programa -¿de izquierdas o de derechas?-; sabe que las opciones de investidura son nulas sin al menos la abstención de Podemos si pacta con Ciudadanos o de estos si lo hace con aquellos. A no ser que el PP decida abstenerse, posibilidad bastante improbable. Al menos se está llevando el mérito de haberlo intentado y de haber desbloqueado el calendario ya sí: o hay investidura -poco probable- o hay elecciones anticipadas en junio.  

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